Vistas de página en total

Translate

martes, 11 de noviembre de 2025

El fútbol del Barrio Alto de Almería en los años de la posguerra

Pensé que en el fútbol del Barrio Alto de Almería no había equipos ni viejas glorias anteriores a 1950. 

Sabía que había leído algo importante pero no recordaba dónde. 

Ha tenido que iluminar mi visión el barrioaltero José Belmonte para enlazar mi atención y que lea un precioso artículo de Ibáñez Nieto en el que hace referencia y homenaje a un señor que tal vez conocí de niño en el Barrio Alto.

Juan Soler Expósito (1919-2019) conocido cariñosamente como 'El Compadre' murió a la edad de 100 años hace poco años. 

Y según cuenta Manuel Ibáñez Nieto en su artículo, fue uno de los futbolistas del fútbol modesto más importantes de los años 1940-50 nacido en el Barrio Alto. 

Lo cierto es que yo buscaba equipos anteriores a la década de 1950, que me habían llegado a decir que el Barrio en aquella época no existía y me tuve que poner serio para dejar claro que el Barrio Alto es tan viejo como las murallas árabes de la Taifa. 

No es culpa mía que muchas personas tengan un velo que les impide ver más allá de las líneas que demarcan, pero después de la Guerra era el fútbol o el trapicheo.

El popular futbolista "Compadre" nació el 13 de enero de 1919 en la calle Verbena del Barrio Alto, cuna de futbolistas y equipos 'gigantes' del fútbol modesto (así lo describe Ibáñez), como el Betis y el Hércules del Barrio Alto, el San Lorenzo y el actual Plus Ultra CF. 

Juan Soler comenzó a jugar al fútbol en el Ayala CF, (club que sonaba mucho durante mi niñez pero no tengo ni idea su procedencia). Cuenta que la Guerra Civil y la inseguridad dificultaban la practica deportiva y con 20 años jugaba en el SEU (Sindicato Español Universitario) en los Campeonatos Provinciales de Fútbol 'No Federados' organizados por la prensa local Yugo.

Los porteros Escamilla y Ortiz 'El Coyote' junto Málaga y Capilla fueron muchos de sus compañeros. El Recreativo Almería y el 'Educación y Descanso' de la Obra Sindical fueron otros de sus equipos en los inicios de los 40 junto a Cazorla, Alberola, Rigaud y Flores.

El techo futbolístico del 'Compadre' llegó a mediados de los años 40 con el CD Ferroviario, conocido popularmente como 'La Ferro' y la UD Almería de Primera Regional demostrando su capacidad goleadora y sello de gran media punta. 

Juan Soler Expósito 'Compadre', un grande del fútbol modesto almeriense de los años 1940-50, falleció en Valencia a la edad de 100 años, el 6 de febrero de 2019.



lunes, 10 de noviembre de 2025

Pepito Murcia, una historia ficticia del Barrio Alto de Almería

Pepito Murcia era uno de esos niños sin padre de la posguerra tardía del Barrio Alto de Almería.

Nació en la calle de las Curiosas, una noche de invierno tan tormentosa, que los truenos parecían dejar sordos a los barrioalteros, y los rayos amenazaban con prender graves incendios en frágiles y obsoletas instalaciones del barrio. 

Las comadronas tuvieron que afanarse, muy a su pesar, para traerlo al mundo iluminando la habitación con velas, en su más que humilde hogar, en una calle anegada por la lluvia y los charcos fecales negros pestilentes de orines.

Su familia, la de su madre, y la de su padre desaparecido, llevaban cuatro generaciones viviendo en el Barrio Alto, más de cien años.

En la humilde vivienda también vivía la abuela medio ciega a la que llamaba Tata, que hizo de madre y era quien realmente crió a Pepito.

La madre, Pepita García, conocida en el barrio como Pepita Merengues, trabajaba en un obrador de pastelería que consumía su jornada diaria por cuatro perras gordas.

Pepito cometió su primer robo a la edad de seis años, en un despiste de la tendera de la frutería del Mercado Central de Almería. La madre lo había llevado para que conociese la ciudad, más allá de la muy humilde calle donde vivía.

El niño metió en su mochilica unas pataticas y unos tomaticos, para agasajar a su abuela, a la que quería mucho. 

Tan pequeño fue sorprendido por la temible pareja de Policías Armada, que le agarraron la mochilica intentando quitársela sin conseguirlo.

Pepito se demostró a sí mismo, por primera vez en su vida, que era muy escurridizo. Había pegado un tirón certero a su mochilica y se la llevó escurriéndose bajo las piernas del gentío dentro del mercado, hasta salir a la calle y esconderse. 

Oculto tras un montón de basura, esperó a que saliese su madre, y le hizo señas para que siguiese andando hacia la rambla. 

Tras un buen ratico, dejó su escondite entre la basura, y cargando con las pataticas y los tomaticos para su abuelica, iba escondido entre la multitud ayudado por su pequeña estatura, camino del lugar de la Rambla donde le esperaba su madre. 

A lo lejos los Policías Armada buscaban furiosos al niño por los alrededores del mercado central.

Cuando madre e hijo llegaron a casa, su abuelica se puso muy contenta con el regalo tan maravilloso de su nietecico.

Al cabo de tres días, Pepito regresó de la escuela a mediodía, arrastrando un saco de pataticas de lo más hermosas, con una bolsa de lentejas de medio kilo escondido en su camisica.

Así transcurrieron los años de la infancia de Pepito Murcia. Muchas veces volvía de la escuela con algo bueno para comer durante varios días. 

A la abuela nunca le faltaba comida para cocinar para alimentar a la familia. La madre aseguraba la vivienda con el poco dinero que ganaba en el obrador de confitería.

Los años trajeron una mejoría económica y la madre lo llevó por primera vez al recién inaugurado Monumental Cinema de Juanico el de Alhama.

Allí Pepito Murcia quedó en shock, estupefacto, al ver por primera vez en su vida una película, una cinta de monstruos terroríficos que él no creía que existieran. 

Gorgo era una especie de lagarto gigantesco, que luchaba con todos los monstruos habidos y por haber, y los convertía en papilla para la cena.

Atacaba ciudades japonesas derribando rascacielos como si fueran de papel, comiéndose japoneses como quien come tentepies, sin que se le pasara el hambre.

Y después, harto de comer y dejar los rascacielos japoneses en ruinas, se escapaba corriendo a través del mar, con la rara ilusión de que por muy lejos que fuera mar adentro, incomprensible, el agua le llegaba siempre por la cintura.

La película lo tuvo en vela toda la noche, y por la mañana en la escuela, se quedó dormido encima de su pupitre, sin que su maestro lo quisiera despertar, porque dormido, el bello durmiente no le creaba problemas, y el aula permanecía en silencio por primera vez en mucho tiempo.

Pepito Murcia se obsesionó tanto con el cine, que no hubo día de estreno que no se presentara a comprar su billete con 20 peseticas. 

El niño alucinaba con las películas de monstruos, luchadores enmascarados y malos malísimos del salvaje spaghetti western, filmes rodados apenas unos meses atrás en las ramblas del desierto de Tabernas o en zonas de montaña y mesetas en los alrededores de la Sierra de Alhamilla o de La Calahorra de Granada.

Pepito Murcia era feliz, tremendamente feliz. Su vida de niño se movía alrededor de la cartelera del Monumental Cinema o de la terraza de verano del cine Oriente, que estaba justo enfrente.

Un día que volvía de la escuela vio un camión dentro de un almacén con los mozos descargando sacos. Se asomó sin ser visto y vio una caja de melones. 

Los mozos iban y venían con los sacos en sus sudorosas espaldas, metiéndolos en una oscura cámara al fondo del almacén, lapso de tiempo que usó Pepito para salir de debajo del camión y agarrar un melón, y cuando se lo llevaba por debajo del camión, alguien lo vio y gritó para coger al ladrón.

Pepito Murcia corrió como pudo con el melón, que casi se le escurría de los brazos pesando lo suyo. Al doblar la esquina por calle Barca, sabía que tenía cerca a los hombres y lo cogerían. 

Ocultó el melón tras un macetón grande en la puerta de una casa, y corrió a esconderse en las ruinas de un antiguo almacén que apestaba a ratas, lleno de excrementos y meadas, ocultándose justo cuando aparecieron los mozos por la esquina.

Lo estuvieron buscando un buen rato, calle arriba y calle abajo, y por las calles adyacentes, sin saber dónde estaba oculto el ladrón. 

Llegaron a entrar en el almacén en ruinas, penetraron casi donde se ocultaba, pero uno de los mozos pisó una cagada y desistieron de buscalo en aquel maloliente lugar.

Tras un rato pareció que se habían ido pero Pepito no se confío. Esperó pacientemente un rato más y sin darse cuenta se quedó dormido. 

A un mozo avispado se le ocurrió esperar oculto en la esquina para agarrar al ladrón in fraganti. Esperó que saliera de su escondite pero se aburrió y optó por irse también. 

Justo que Pepito despertó y salió del escondite, cogió el melón tras el macetón, y como no le cabía en su mochilica escolar, lo partió en tres pedazos y los repartió en bolsas. 

Alzó como pudo su mochilica, la cargó en su espalda, y caminó risueño despacito hasta su casa.

A los pocos días, alguien le había robado a un niño llamado Bernabé, que vivía en calle Martínez, su bicicleta de la marca BH Iberia. Pepito Murcia guardó como oro su nueva adquisición en casa. Con su nuevo Mustang pensaba hacer sus pequeños hurtos lejos del Barrio Alto, para evitar ser reconocido.

Sus libretas escolares guardaban un secreto: empezó a escribir historias del spaghetti western, creando alter egos con pistoleros más rápido que el pensamiento. 

Joe Murcia buscó un apodo espectacular, merced a los momentos que más tranquilidad y reflexión le procuraban a lo largo del día, como darse un baño de agua caliente en el barreño de metal o lavarse la cara en una palangana.

Como no le gustó lo de Barreño, lo llamó Palangana Colt, lo mismo que a la india Elu Winona, pistoleros más rápidos que el pensamiento.


Aprendiendo a jugar al fútbol en el Barrio Alto de Almería

No recuerdo cómo aprendí a jugar al fútbol. Me da la impresión que ya sabía jugar. 

Algún amigo de la infancia, seguramente mi amigo Juanito, el hermano de María, que vivía en calle Pescadores, me enganchó al grupo de niños de la plaza Mula del Barrio Alto.

A mí me gustaba la incomprendida labor de ser delantero centro, posición que en basket o balonmano llaman pivote, que muchos "fieras de salón" llaman "estar de pescaera", que nadie entiende en qué consiste el un ardúo juego posicional, para bloquear la defensa contraria. 

Yo tenía y sigo teniendo un toque de cabeza precioso que nadie supo valorar ni aprovechar. 

También el menosprecio de la jauría de intrusos que usurpan las direcciones deportivas de muchos clubes.

La particular tropa de entrenadores incultos, entienden por futbolista al individuo que se dedica a dar regates, seña de identidad de que muchos clubes tengan clavado el estigma de perdedores.

Muchos de mis amigos de la niñez en el Barrio Alto, apuntaron a ser grandes futbolistas. Pero yo siempre supe que faltaba algo.

Ese algo tenía mucho más valor que un equipo de regateadores profesionales que en cuanto se cansaran físicamente, les iban a robar el balón sin fuerzas para recuperarlo.

Muchos clubes lo arreglan todo con dinero, contratando futbolistas. 

Carecen de una plan de entrenamiento propio que les podría ahorrar muchísimo dinero y muchísimos disgustos, con los jugadores que una vez contratados no rinden.

A veces pienso lo que hubiéramos conseguido los futbolistas de la plaza Mula del Barrio Alto, si la vida no nos hubiese llevado por derroteros crueles, arrastrados por las circunstancias. 

Sabiendo como soy, pienso que yo, personalmente, en otras circunstancias, hubiera llegado al mismo punto de sabiduría atlética donde estoy ahora. 

De haber tenido una conexión fluida con mis amigos futbolistas del barrio, hubiera sido capaz incluso de llegar a primera división, goleando a los grandes clubes. 

El problema entonces, fue no tener conocimientos tan avanzados de entrenamientos de alta intensidad anaeróbica. Ni siquiera había diseñado mi sistema de Línea Roja. 

Desconocía que las rutinas basadas en "Circuitos" que se usan en el fútbol actualmente, alcanzan como mucho un nivel patético tan mediocre como el 80% de la capacidad orgánica. 

Expresado en español, "cualquier persona en su vida diaria, sin hacer un gran esfuerzo, alcanza el 80% de su capacidad con solo agacharse y levantarse." 

Parece mentira que paguen tantos dinerales a entrenadores chatarra.

Por entonces yo era un niño. Creo que nos llevábamos meses entre nosotros, pero en el grupo de la plaza Mula también había niños mayores de varios años.

Cuando me fui del barrio, eché mucho de menos todo aquel ambiente. Tenía doce años y me llevaron a un barrio donde no existía la misma sociología futbolística del Barrio Alto, y ni tan siquiera tenía a los amigos de la niñez.

En el barrio éramos poco más o menos un enjambre de niños que jugábamos al fútbol en ese particular descampado de la plaza Mula, un teatro de los sueños para ser una figura del fútbol mundial.

Cada día de nuestra niñez soñando en la escuela, sentados en nuestros pupitres, sin prestar atención a las aburridas explicaciones de los maestros de la época de los años 60 del siglo pasado. 

Lo nuestro era soñar despiertos que metíamos un gol escalofriante, colocados en una posición imposible, rasgando el aire volábamos, y de repente teníamos el maestro encima, dándonos toques con la regla de madera en las manos, sacándonos del sueño.  

"¿Qué coño estás haciendo?. Estás sordillo o qué?. Presta atención a la pizarra?."  Y el maestro nos robó el gol dándonos un buen tirón de orejas.

Imaginaba a mi equipo en situaciones defensivas agobiantes, mis compañeros del club le robaban el balón al equipo rival, y rápido corríamos hacia la portería contraria. 

Un centro con una hermosa parábola a la olla, un toque mágico con la cabeza y el balón entrando a la red.

En el Barrio Alto todos hemos soñado con ser grandes futbolista. 

La pena es saber que muchos de los amigos con los que jugaba al fútbol siendo un crío, posiblemente, pasaron por el calvario de la decepción, como muchos futbolistas. 

Yo por ejemplo, llegado el momento, deserté del fútbol, principalmente porque en la ciudad donde vivía, el club más representativo siempre estuvo envuelto en el saqueo de sus arcas por parte de la dirección ejecutiva. 

Esto sin contar con el trapicheo de jugadores, cuyos dineros acababan milagrosamente enriqueciendo fortunas privadas.

Lo mejor de mi vida lo he vivido en los viajes. 

Olvidé el fútbol y me dediqué a vivir la vida. 

Así pude averiguar por qué los futbolistas del Barrio Alto, no cruzan la línea para irse, eligieron hacerse míticos en el fútbol modesto aficionado, dentro del crisol de clubes almerienses.

En el Oriente no llegué a militar. Nunca olvidé el San Lucas de Don Lucas Verdegay, ni a mis amigos futbolistas de la niñez: Lucas, Paco, Quino, Yubri, Antonio Soler, Joaquín, Juan Diego, Pío, Yoni, José Manuel, Rafa, Kempes, Paco, Tonda, Luís, Chacón, Emilio, José, mi hermano Pepe, Luus, Jesús, Moreno y Juan Antonio.

futbolistas del barrio alto de almería

domingo, 9 de noviembre de 2025

Entrenamiento personal de fútbol para futbolistas del Barrio Alto de Almería

Hola, amigos!. Tengo varios post sin acabar y sin publicar. 

Estoy metido de lleno en escribir libros deportivos de entrenamiento personal, (running, ciclismo y fútbol), enseñando algunos secretos sobre rutinas de altas capacidades físicas. 

Acordándome del fútbol del Barrio Alto de Almería y de tantos futbolistas, estoy liberando unos pocos conocimientos.

No en forma de tabla de entrenamiento semanal, sino para sustituir las rutinas del día que los futbolistas entrenan con más nivel. 

Un libro para entrenadores y futbolistas que entrenan de forma personal. 

Y lo pongo todo muy sencillo, ya que el problema que tengo, siempre es el vocabulario, para expresar fácil las cosas más difíciles.

Las fórmulas tanto en fútbol como en otros deportes, tienen que ser fraccionadas como adaptaciones del running que son, para el fútbol.

Pensando en los futbolistas del Barrio Alto y lo que hubiera sido mi niñez, esta portada la encontrarás en Amazon libros tal cual.

sábado, 8 de noviembre de 2025

Las enfermedades mentales en el Barrio Alto de Almería

Hace pocos días leí el dictamen o sentencia de un experto psiquiatra de fama mundial:  "Las enfermedades mentales no existen".

No es raro que tengamos amigos habituales de los que ignoramos que tienen una enfermedad mental.

De hecho conviven con nosotros sin que sepamos realmente que estamos frente a lo que se catáloga como un enfermo mental.

Yo, personalmente, sin embargo, tengo una opinión evolutiva en la que incluyo sin tapujos a las personas tóxicas en ese grupo de gente que necesitan ayuda de la psiquiatría. 

Un día estando en un centro de salud mental como cuidador de mi madre, apareció una persona con la que tenía contacto diario entre risas, chistes con un trato de amistad excelente. 

La vida da lecciones y entiendo que la persona en cuestión era un paciente habitual que tenía que acudir al centro de salud como la mayoría de pacientes, cada dos o tres meses o tal vez seis meses, pero no fue la única persona conocida con la que coincidí en ese centro de salud mental.

Cualquiera de nosotros, niños del Barrio Alto, sabemos de las historias espeluznantes que nos contaban del antiguo manicomio de Almería, situado en la polvorienta carretera de Los Molinos. 

Indagando en internet he encontrado a  Sor Policarpa y su relación directa con el manicomio o centro de salud mental en Almería, pero también he encontrado a Sor Petra, que seguramente muchos habrán conocido.

Cuando entré a trabajar por las mañanas en la casa de una señora hindú en Torremolinos, encontré un cuadro muy grande y pesado, con una imagen de Buda muy rara hecha con un relieve cóncavo.

Con el tiempo supe que las imágenes cóncavas, los enfermos mentales la ven normal mientras los demás la ven cóncava. Pero y si son ciertas las palabras del inminente psiquiatra: "La enfermedad mental no existe".

Yo recuerdo personas del Barrio Alto que, observadas desde la distancia de más de sesenta años en el tiempo, verían las imágenes a la inversa que cualquiera de nosotros.

Uno de los problemas graves de quienes conviven con enfermos mentales, son los momentos en los que el enfermo sufre un ataque psicótico, que se ponga por ejemplo a ver fantasmas, generando en un estado de ansiedad que no tiene solución, que la única vía es sacar al enfermo de ese estado imposible.

La aventura del parque infantil de tráfico de Almería (Barrio Alto)

Encontré esta y otras fotos en el grupo Almería B&N de Facebook, de alguien que las había recuperado y arreglado.

La foto tiene algo especial significado para mí. Yo creía que era el conductor principal de la foto, pero no lo soy. 

Sin embargo, mi hermano Pepe, está en  la curva con el motor del kars ahogado y no conseguía encenderlo. 

El número de su coche puede que fuera el kart número 2. Sin embargo yo conducía el número 1 por toda la instalación más aburrido que una ostra. 

Soy ese que viene de vuelta por el paso de cebra. Y el por qué vestimos todos los conductores de azul no lo recuerdo, quizás para no mancharnos, vestidos de domingo para la ocasión.

Después los mejores premios fueron a manos de los hijos de los papás pijos de Almería. No para los que sabíamos conducir 😂😂 

Recuerdo a mi madre muy consternada para que devolviera el libro de aprender a conducir con el que me habían premiado al final del evento, y que le dijera al inútil del sargento "métete el libro por donde te quepa".  


Colección de fotos del Barrio Alto de Almería: Fútbol y sociedad

jueves, 16 de octubre de 2025

Dónde comer bien en el Barrio Alto y Regiones (Almería)

He pasado la noche en vela. Tal vez se espera una cambio del tiempo o quizás es la neblina del humo de los incendios de Canadá.

El caso es que he tenido tiempo para reflexionar dónde desayunar y comer en una hipotética escapada por los alrededores del Barrio Alto y Regiones.

 Ya saben que yo no vivo en Almería pero cuando vivía en los Pirineos y pasaba por Almería, no recuerdo haber encontrado un restaurante a mi gusto, con mis convicciones, decente a mi observación de viajero.

Recuerdo haber ido a Almería varias veces, entrar en una pastelería entre las calles Canónigo Alonso y Sagunto, (no sé cómo se llama ese barrio) y comprar unos pasteles típicos como las media lunas de chocolate y merengues que todos conocemos, y disfrutar como un loco como si fuera el niño que fui.

En otra ocasión que venía de los Pirineos por carreteras secundarias para pasar por Almería, llegando por la carretera AL-3202, entrando en la avenida Cabo de Gata, me paré en el primer chiringuito que encontré junto a una urbanización nueva, y casi me envenenan con un filete asqueroso al tacto casi esponjoso, que tuve que vomitar.

Me entraron muchas ganas de ser mala persona, de tomar represalias, pero llevaba encima un cansancio tan grande tras 1.200 kilómetros por carreteras secundarias, que no pensaba con claridad. 

Posteriormente camino de Málaga por la zona del Poniente entre Aguadulce y Vícar encontré un Burger King.

Y esperando en la cola, una gachí rubia acompañada por un individuo que parecía que no se enteraba de nada, empezó a acosarme y le di una buena patada fingiendo que me inclinaba hacia adelante.

Otro día que pasaba por la misma zona quise encontrar ese Burguer King y encontré un Mc Donald que evité porque yo nunca entro en los Mc Donald. 

Era verano pero en Almería estaba casi todo cerrado y las carreteras vacías.

Si pregunto por un restaurante en el Barrio Alto, me sale el restaurante Barrio Alto de El Alquián, que parece ser una marisquería, en calle Magallanes, con unas reseñas increíbles y unos platos bien vistosos.

Si me decís los bares, restaurantes y kioscos del Barrio Alto o Regiones donde se pueda comer muy bien, los iré incluyendo en la lista de este post.

Preguntando por kioscos para comer en el Barrio Alto, me sale el de Los Pintores, kiosco - asador Los Domínguez, con buenas reseñas.

Así que lo pongo primero.


1. Kiosco asador Los Domínguez 

2.

3.

4.

5.

6.

7.

8.

9.

10.



miércoles, 15 de octubre de 2025

Cuando nuestros padres se van, llora el Barrio Alto

Cuando murieron mis padres, sentí mucha desesperación e impotencia.

Estoy seguro que algunos lo sentimos bien fuerte. 

Lo peor fue mirar los rostros de quienes tenían que haber ayudado y se convirtieron en un problema. 

Cuando perdemos a nuestros padres, entramos en un túnel del espacio-tiempo, donde los sufrimientos habidos y por haber, nos van a pasar factura.

Veremos nuestras defensas bajas y nuestras emociones desesperadas.

Ver a nuestros padres con una enfermedad incurable, al principio parece que solo nos roza, pero cuando el cuadro médico se complica, otras enfermedades van saliendo, y sabremos que los llevará al colapso.

Mi padre estuvo enfermo mucho tiempo pero no se dejaba acompañar ni ayudar. Yo pasaba por su pequeño local día sí día no, hasta que dejó de aparecer en el bar donde tomábamos café y vi su pequeño local tres días sin mover ni una sola persiana.

Fui al centro de salud a reclamar a su médico una ambulancia. Desobedecí a mi padre y el médico me preguntó si mi padre quería una ambulancia.

Le dije que la pedía yo, y lo llevaron primero a un hospital y después a otro. Y allí a los cinco días murió. 

Estando en el primer hospital, le pregunté al médico qué le pasaba, y mi padre lo señaló con el dedo amenazando posiblemente con denunciarlo si me contaba algo. 

Seguro que habéis pasado por trances parecidos en el mismo tránsito. Aunque no te des cuenta, las tensiones se van acumulando, dentro de tu propio cuerpo.

Pero la primera en caer enferma fue mi madre. Tenía una enfermedad incurable que evolucionó a lo largo de cincuenta años, y evolucionó agresiva en los últimos años.

Creó un cuadro médico de hasta veinte enfermedades distintas todas juntas socavando su salud.

Es lo que ocurre cuando una persona enferma, sin que haya forma alguna de recuperarse.

Muchos años antes de irme a vivir a los Pirineos, tuve un encontronazo con la dueña de un geriátrico privado, que se publicitaba en mi grupo de poetas y escritores en un bar mientras tomábamos unas copas.

Costaba un ojo de la cara tener a tus seres queridos al cuidado de estas personas, y yo pensé que todo ese dinero que cuesta encerrar a una persona mayor, es un bien preciado para un hogar con recursos justos.

Lo cierto es que abandoné los Pirineos para volver a casa, porque un día, como siempre, fui de visita de incognito a Torremolinos, esperé dentro de un bar con grandes cristaleras que se veía perfectamente la calle, y vi salir a mi madre de su trabajo, desvariando de tal modo que me dolió, y eso fue un indicio de lo que pasaría dos años más tarde.

Ya en Málaga supe que ninguno cobraba la jubilación. O sea que, habían perdido tres años de jubilación porque, nadie, ni ellos mismos, echaron los papeles para jubilarse. 

A pesar de que remití una carta a Madrid para que le pagaran los tres años de jubilación atrasada, el individuo que me contestó me escribió:

"La jubilación se paga desde el mismo momento que el jubilado mete el papel para jubilarse en la sucursal que le corresponde".

Cuando mi madre cayó enferma, llevaba ya dos años en Málaga, pendiente de los papeles de la casa nueva que me iban a dar, porque el barrio entero lo iban a derribar.

Así que creí que no estaba preparado para ello pero lo estaba. 

Mi familia quiso internar a mi madre pero yo dije que no, y me la llevaba a mi casa vieja. 

Pero después dejé que mi hermano pequeño la tuviera en su apartamento de Benalmádena hasta que me dieron la casa nueva. 

Durante ese tiempo pasé cientos de horas en las instituciones arreglando papeles de la enfermedad de mi madre. 

Pero los primeros en ponerse bravos y crear problemas fueron mis padres.

No hubo día que yo no estuviera en alguna instancia esperando durante horas a lo largo de diez años como mínimo, ya fuera por una causa o por otra.

En junio de 2007 le dieron a mi madre la dependencia con trampa. 

Mi madre tenía 100% de invalidez y para pagarle menos por los meses de retraso, tuvieron la maldad de puntuarla con 88 puntos.

Me sentí totalmente perjudicado. Mi dinero en la cartilla bancaria había disminuido desde el 2004 al 2007 a pasos agigantados. 

A pesar del recorte seguí para adelante porque no me quedaba otra. 

Al principio me tomaba de vez en cuando cinco días para despejarme viajando a los Pirineos con un coche de alquiler.

Visitar a mis amigos rompía con todo lo que tenía en Málaga, pero cuando nos dieron la casa nueva, (era de mi madre), empecé a llevarla conmigo de viaje.

Se portaba muy mal, como si yo le debiera algo. 

No me dejaba dormir en los descansos de conducir. 

Se ponía a toser molestando mi cabezada durante los viajes, creando problemas en mi estima.

Dos años después, en un viaje me dice "¡Berna, no me voy a portar mal!". 

Y a partir de ahí empezó a disfrutar de su viaje regalado y dejó de provocarme.

Se llegó a enamorar completamente del valle donde viví.

Un día se me ocurrió preguntarle: "Mamá, ¿tú crees que por viajar a mi manera estoy loco?". 

¡Menudo cambio dio a su respuesta!.

Tiempo después hice pasar a mi madre por otro cribado en las instituciones sociales, y esta vez la puntuaron por encima de 90 y le dieron el cien por cien de la Ley de Dependencia. 

Al poco hubo un cambio de gobierno y el imbécil que gobernaba nos robó casi 100 € al mensuales. 

Así que los primeros que provocan problemas siempre son los enfermos.

Después se van sumando quienes aparentan ayudar pero no hacen nada.

Todos buscando romperte la crisma.


Cuando nuestros padres se van, llora el Barrio Alto



Cuando las cosas no iban bien en las familias del Barrio Alto de Almería

Tengo, como todos, recuerdos frustrantes de la niñez.  Eso que los nuevos entendidos de la psicología aplicada llaman traumas. Todos hemos c...