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lunes, 10 de noviembre de 2025

Aprendiendo a jugar al fútbol en el Barrio Alto de Almería

No recuerdo cómo aprendí a jugar al fútbol. Me da la impresión que ya sabía jugar. 

Algún amigo de la infancia, seguramente mi amigo Juanito, el hermano de María, que vivía en calle Pescadores, me enganchó al grupo de niños de la plaza Mula del Barrio Alto.

A mí me gustaba la incomprendida labor de ser delantero centro, posición que en basket o balonmano llaman pivote, que muchos "fieras de salón" llaman "estar de pescaera", que nadie entiende en qué consiste el un ardúo juego posicional, para bloquear la defensa contraria. 

Yo tenía y sigo teniendo un toque de cabeza precioso que nadie supo valorar ni aprovechar. 

También el menosprecio de la jauría de intrusos que usurpan las direcciones deportivas de muchos clubes.

La particular tropa de entrenadores incultos, entienden por futbolista al individuo que se dedica a dar regates, seña de identidad de que muchos clubes tengan clavado el estigma de perdedores.

Muchos de mis amigos de la niñez en el Barrio Alto, apuntaron a ser grandes futbolistas. Pero yo siempre supe que faltaba algo.

Ese algo tenía mucho más valor que un equipo de regateadores profesionales que en cuanto se cansaran físicamente, les iban a robar el balón sin fuerzas para recuperarlo.

Muchos clubes lo arreglan todo con dinero, contratando futbolistas. 

Carecen de una plan de entrenamiento propio que les podría ahorrar muchísimo dinero y muchísimos disgustos, con los jugadores que una vez contratados no rinden.

A veces pienso lo que hubiéramos conseguido los futbolistas de la plaza Mula del Barrio Alto, si la vida no nos hubiese llevado por derroteros crueles, arrastrados por las circunstancias. 

Sabiendo como soy, pienso que yo, personalmente, en otras circunstancias, hubiera llegado al mismo punto de sabiduría atlética donde estoy ahora. 

De haber tenido una conexión fluida con mis amigos futbolistas del barrio, hubiera sido capaz incluso de llegar a primera división, goleando a los grandes clubes. 

El problema entonces, fue no tener conocimientos tan avanzados de entrenamientos de alta intensidad anaeróbica. Ni siquiera había diseñado mi sistema de Línea Roja. 

Desconocía que las rutinas basadas en "Circuitos" que se usan en el fútbol actualmente, alcanzan como mucho un nivel patético tan mediocre como el 80% de la capacidad orgánica. 

Expresado en español, "cualquier persona en su vida diaria, sin hacer un gran esfuerzo, alcanza el 80% de su capacidad con solo agacharse y levantarse." 

Parece mentira que paguen tantos dinerales a entrenadores chatarra.

Por entonces yo era un niño. Creo que nos llevábamos meses entre nosotros, pero en el grupo de la plaza Mula también había niños mayores de varios años.

Cuando me fui del barrio, eché mucho de menos todo aquel ambiente. Tenía doce años y me llevaron a un barrio donde no existía la misma sociología futbolística del Barrio Alto, y ni tan siquiera tenía a los amigos de la niñez.

En el barrio éramos poco más o menos un enjambre de niños que jugábamos al fútbol en ese particular descampado de la plaza Mula, un teatro de los sueños para ser una figura del fútbol mundial.

Cada día de nuestra niñez soñando en la escuela, sentados en nuestros pupitres, sin prestar atención a las aburridas explicaciones de los maestros de la época de los años 60 del siglo pasado. 

Lo nuestro era soñar despiertos que metíamos un gol escalofriante, colocados en una posición imposible, rasgando el aire volábamos, y de repente teníamos el maestro encima, dándonos toques con la regla de madera en las manos, sacándonos del sueño.  

"¿Qué coño estás haciendo?. Estás sordillo o qué?. Presta atención a la pizarra?."  Y el maestro nos robó el gol dándonos un buen tirón de orejas.

Imaginaba a mi equipo en situaciones defensivas agobiantes, mis compañeros del club le robaban el balón al equipo rival, y rápido corríamos hacia la portería contraria. 

Un centro con una hermosa parábola a la olla, un toque mágico con la cabeza y el balón entrando a la red.

En el Barrio Alto todos hemos soñado con ser grandes futbolista. 

La pena es saber que muchos de los amigos con los que jugaba al fútbol siendo un crío, posiblemente, pasaron por el calvario de la decepción, como muchos futbolistas. 

Yo por ejemplo, llegado el momento, deserté del fútbol, principalmente porque en la ciudad donde vivía, el club más representativo siempre estuvo envuelto en el saqueo de sus arcas por parte de la dirección ejecutiva. 

Esto sin contar con el trapicheo de jugadores, cuyos dineros acababan milagrosamente enriqueciendo fortunas privadas.

Lo mejor de mi vida lo he vivido en los viajes. 

Olvidé el fútbol y me dediqué a vivir la vida. 

Así pude averiguar por qué los futbolistas del Barrio Alto, no cruzan la línea para irse, eligieron hacerse míticos en el fútbol modesto aficionado, dentro del crisol de clubes almerienses.

En el Oriente no llegué a militar. Nunca olvidé el San Lucas de Don Lucas Verdegay, ni a mis amigos futbolistas de la niñez: Lucas, Paco, Quino, Yubri, Antonio Soler, Joaquín, Juan Diego, Pío, Yoni, José Manuel, Rafa, Kempes, Paco, Tonda, Luís, Chacón, Emilio, José, mi hermano Pepe, Luus, Jesús, Moreno y Juan Antonio.

futbolistas del barrio alto de almería

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