Historias del Barrio Alto de Almería. Los barrioalteros somos personas que nacimos y vivimos en el Barrio Alto de Almería. Historias, cuentos y crónicas.
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jueves, 22 de febrero de 2024
El Tao de la Cultura del Fútbol en el Barrio Alto
lunes, 5 de febrero de 2024
La panacea mental de mi abuelo Bernabé, que se apellidaba Sánchez
Os voy a contar lo de mi abuelo paterno, que se llamaba Bernabé pero su segundo apellido era Sánchez.
Apenas lo vi siendo niño, pero cuando nos visitaba reconocía enseguida y de lejos su voz machacona que tronaba sobre las voces de sus admiradoras con un retumbar único en mis oídos que me ha durado para siempre.
Vivió en varios sitios durante la década desde mi nacimiento. Llegaba en una furgoneta de línea privada que me han chivado que era Mercedes Benz usada para el transporte de nueve personas más equipaje y lo traían hasta la misma puerta de la casa de mi tía Pepa, que nosotros éramos vecinos pared con pared.
Creo que por aquella época vivía en Murtas o en algún pueblo de Almería. Enviudó de mi abuela Josefa en los años 50. No creo que se casara en segunda nupcias porque no vi ninguna abuela madrastra pero intuí que tuvo relaciones estrechas con otras señoras que no conocí.
Así que desde donde fuera que viniese la furgoneta cuadrada Mercedes Benz lo traía hasta la misma puerta de mi tía Pepa, su hija mayor, teniendo cuatro hijos, mi padre el tercero, mi tía Antonia la segunda y mi tía Kika la más pequeña.
A pesar de no haberlo conocido mucho, con los años me enteré de cosas, por ejemplo, la relación que existía con los Bernabé de mi familia materna.
Y mira por dónde el nombre de mi abuelo Bernabé paterno se lo puso el bisabuelo Bernabé materno, es decir, el abuelo de mi madre.
Parece ser que hubo unos años de hambruna y pobreza en Almería y tener un padrino en la familia fue un gran escape cuando no se tenía de nada y otros tenían para repartir. Aunque también pudo haber sido por otra cuestión que mi bisabuelo materno bautizara a mi abuelo paterno.
Así que el nombre Bernabé pasó de mi bisabuelo materno a mi abuelo paterno, y resulta que mi bisabuelo materno se llamó Bernabé, y su hijo, y su nieto, el hermano mayor de mi madre, se llamó Bernabé, y mi abuelo paterno se llamó Bernabé y mi padre se llamó Bernabé.
Mi vida se vio envuelta por el Bernabé paterno y el Bernabé materno hermano mayor de mi madre. Y solo conocí a mi abuelo Bernabé paterno que murió en la segunda mitad de los años 70 de viejo, y mi abuelo Bernabé materno murió por circunstancias como mi abuela paterna, a finales de los años 50.
O sea que yo sepa, contando los Bernabé de mi familia, soy Bernabé VI, alias Lin Ramírez Herrada Sánchez Zapata García Belmonte Ruíz Segura. 🌞Toma ya!.
Yo recuerdo que a mi abuelo Bernabé paterno lo operaron en el hospital al otro lado de la Rambla junto a la entonces Policía Armada y mi madre nos llevó a verlo.
Verlo postrado en aquella cama y oírlo con esa voz chillona, me puso muy triste. Que fuera una operación en el aparato reproductor y urinario lo oí en el cotilleo entre vecinas de la calle Martínez a pesar de mi hipoacusia severa sin que me lo contase nadie.
Una cosa que no me entra en la cabeza fue la panacea mental que sufrió mi abuelo. No sé si van a entender a lo que me refiero, ese estado de sentirse enamorado y poner cara bobo todo el santo día, pensando a todas horas en la misma persona que ha hipnotizado mis sensibilidades.
No lo supe hasta que me pasó una vez y después de sufrirlo no dejé que me ocurriera nunca más. Principalmente porque no era buena persona la que hipnotizó mis sensibilidades. Así que nunca más volví a caer en esa trampa ni en los encantamientos porque siempre saldría perdiendo.
No me gustó ser Bernabé VI. Preferí ser Lin a secas, y no he dejado que otras personas se adueñasen de mi vida, y menos aún las que vinieron dándome ultimátum. Ninguna que me haya hecho daño me ha pedido perdón pero yo he ido con todo por delante. Con mi vida y mis viajes por media Europa.
Por eso guardo este grato recuerdo de mi abuelo Bernabé paterno sentado en el salón de mi casa. Oyó a la vecina de la esquina hablar con otras vecinas en la calle y galante se levantó del sillón y salió pitando a la calle sin su bastón pero con su miopía atroz.
Con el cuerpo henchido de orgullo, machote todo nervios, bajaba para la plazoleta Hornero y en uno de esos huecos producto de las ruedas de las carretas, pisó en falso y fue a parar al suelo a peso muerto gracias a aquella panacea mental, con tan mala fortuna que se rompió los huesos del brazo que utilizó para protegerse, y lo tuvieron que llevar a la Cruz Roja o a la Casa Socorro. 🌞Qué sé yo!
Al otro día vino a mi casa desde la casa de mi tía Pepa y se sentó en el sillón del salón con el brazo escayolado. Entonces el salón se llenó de vecinas y llegué a pensar que mi abuelo era un verdadero conquistador con todas estas mujeres agasajándolo con café, pastelitos o alguna otra cosa que picar. A lo mejor hasta salió borracho con tanta copita de anís y coñac.
¡Menudo bribón!.
miércoles, 24 de enero de 2024
Aprendiendo a jugar al fútbol en el Barrio Alto
domingo, 24 de diciembre de 2023
Las Felices Fiestas en el Barrio Alto de Almería
Llegan las Fiestas Navideñas y hace tiempo que no escribo nada para el grupo. Me gustaría dar un repaso a aquella época que en el barrio todo era gritos de niños por todas partes en medio del desolado nivel de vida que si nos fijamos no ha cambiado mucho.
El único cambio que percibo es que nos dejan vivir en casas con paredes fuertes y cimientos potentes pero la miseria y el acceso a la riqueza producto de la gente común se la siguen quedando los mismos de siempre.
Que nadie se engañe. Los que mandan en el sarao democrático siguen siendo los mismos del poder financiero que mandaban durante la República. Los mismos oligarcas con sus empresas pero con otros nombres.
Me acuerdo cómo se anegaba el patio de mi casa cuando llovía abundantemente, que por causa obvia no corría el agua por los viejos desagües. Con tanta lluvia la calle Martínez se tornaba una avenida. Lo mismo que la calle Pescadores y la calle Morales, ya que el chorro que corría por la calle Real del Barrio Alto bajaba por calle Patrón y por las calles adyacentes hacia la plaza Mula y la calle Verbena.
Una vez se estancaba en la plaza Horneros formaba grandes barrizales en tiempos que aún no habían rebajado la cuesta de salida a Carretera de Ronda que da justo frente a la Cruz Roja.
Entonces el agua salía por el callejón del Pajero y la veíamos correr toda para abajo hacia la estación del ferrocarril, para bordeando el cuartel de los civiles, llegar a la desembocadura de la rambla, ya que todo lo del Barrio Alto va a parar al mar, incluso los sueños.
Siendo hijo único los Reyes Magos me traían un aluvión de juguetes que para mí era imposible de gestionar. Mi madre los guardaba en la camareta encima del pasillo sin que me interesara mucho por ellos.
Recuerdo jugar a las casitas con la vecina de enfrente. No me acuerdo de haber jugado con un hermoso caballo de cartón enorme que me era imposible cabalgar.
Me acuerdo tener un triciclo y no usarlo apenas. También tuve un tren eléctrico pero no tengo consciencia de haber jugado con los vagones enchufando el cable a la electricidad, cosa bastante improbable para un niño de menos de dos años.
Me acuerdo jugar con los vagones años después metiéndolos en el agua de la pila del patio hasta destrozarlos imaginando vivír mil aventuras.
Cuando nacieron mis hermanos los únicos juguetes que recibíamos eran los lapiceros de la época con bolígrafos, lápices, gomas, reglas y sacapuntas.
Personalmente seguí jugando con juguetes hasta los quince o los dieciséis años, que me metieron a trabajar de pinche de cocina en un hotel de la Costa, y allí me robaron lo que me quedaba de la niñez.
No hubo día que los jefes de cocina, los otros pinches y los camareros, me acosaran llamándome cualquier cosa fea. Me invitaron a ir a bailar por primera vez a una discoteca y se llevaron un chasco bien gordo.
Ligué enseguida con americanas de la universidad de Ohio hospedadas en nuestra cadena hotelera, tuve líos con ellas y ya no me invitaron nunca más a ninguna discoteca.
Siempre me he acordado de las Fiestas Navideñas del Barrio Alto. Mi madre solía cocinar roscos de vino. Seguro que os acordáis de lo que pasaba con los roscos de vino cuando un invitado o invitada les hincaba el diente. Yo me hinchaba de reír.
Os leí en alguna ocasión que en todas las casas era costumbre tener en el salón una bandeja con alguna botella de alcohol, anís, coñac o quina, acompañado de peladillas, mantecados de almendras y roscos de vino.
Yo ayudaba a mi madre a estirar la masa del rosco y en algunos pocos introducíamos un trozo de hilo de coser como una pequeña broma para los invitados que al saborear el aperitivo se le enganchaba los dientes provocando las risas.
Pero los mejores regalos navideños que yo recuerdo son cuando mi padre o mi madre traían a casa una caja de cartón blanca muy singular de la pastelería.
La caja, enorme y grande, contenía medianoches, medialunas, pasteles de coco, medialunas de merengue, pasteles de limón, pasteles de naranja, de chocolate, medialunas de crema y chocolate, de cabello de ángel, etcétera.
Había tantos pasteles que no dábamos abasto durante varios días y lo compartíamos con amigos nuestros, vecinos y personas cercanas de nuestro vivir diario antes de que se echaran a perder.
Mi madre invitaba siempre a vecinas que se habían convertido en nuevas amigas y confidentes. No recuerdo ningún día que en el salón de mi casa no tuviéramos una visita.
Lo siento mucho por los juguetes que estuvieron años guardados en la camareta del pasillo.
Ninguno se salvó de morir ahogado en la pila del patio, excepto las bicicletas, que me las robaron.
Aún espero sacarme la licencia de detective para descubrir quiénes fueron y hacerles pagar muy caro.
Felices fiestas, Barrio Alto.
domingo, 22 de octubre de 2023
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jueves, 19 de octubre de 2023
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miércoles, 11 de octubre de 2023
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martes, 19 de septiembre de 2023
lunes, 4 de septiembre de 2023
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