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lunes, 5 de febrero de 2024

La panacea mental de mi abuelo Bernabé, que se apellidaba Sánchez

Os voy a contar lo de mi abuelo paterno, que se llamaba Bernabé pero su segundo apellido era Sánchez.

Apenas lo vi siendo niño, pero cuando nos visitaba reconocía enseguida y de lejos su voz machacona que tronaba sobre las voces de sus admiradoras con un retumbar único en mis oídos que me ha durado para siempre.

Vivió en varios sitios durante la década desde mi nacimiento. Llegaba en una furgoneta de línea privada que me han chivado que era Mercedes Benz usada para el transporte de nueve personas más equipaje y lo traían hasta la misma puerta de la casa de mi tía Pepa, que nosotros éramos vecinos pared con pared.

Creo que por aquella época vivía en Murtas o en algún pueblo de Almería. Enviudó de mi abuela Josefa en los años 50. No creo que se casara en segunda nupcias porque no vi ninguna abuela madrastra pero intuí que tuvo relaciones estrechas con otras señoras que no conocí.

Así que desde donde fuera que viniese la furgoneta cuadrada Mercedes Benz lo traía hasta la misma puerta de mi tía Pepa, su hija mayor, teniendo cuatro hijos, mi padre el tercero, mi tía Antonia la segunda y mi tía Kika la más pequeña.

A pesar de no haberlo conocido mucho, con los años me enteré de cosas, por ejemplo, la relación que existía con los Bernabé de mi familia materna. 

Y mira por dónde el nombre de mi abuelo Bernabé paterno se lo puso el bisabuelo Bernabé materno, es decir, el abuelo de mi madre. 

Parece ser que hubo unos años de hambruna y pobreza en Almería y tener un padrino en la familia fue un gran escape cuando no se tenía de nada y otros tenían para repartir. Aunque también pudo haber sido por otra cuestión que mi bisabuelo materno bautizara a mi abuelo paterno. 

Así que el nombre Bernabé pasó de mi bisabuelo materno a mi abuelo paterno, y resulta que mi bisabuelo materno se llamó Bernabé, y su hijo, y su nieto, el  hermano mayor de mi madre, se llamó Bernabé, y mi abuelo paterno se llamó Bernabé y mi padre se llamó Bernabé.

Mi vida se vio envuelta por el Bernabé paterno y el Bernabé materno hermano mayor de mi madre. Y solo conocí a mi abuelo Bernabé paterno que murió en la segunda mitad de los años 70 de viejo, y mi abuelo Bernabé materno murió por circunstancias como mi abuela paterna, a finales de los años 50.

O sea que yo sepa, contando los Bernabé de mi familia, soy Bernabé VI, alias Lin Ramírez Herrada Sánchez Zapata García Belmonte Ruíz Segura.  🌞Toma ya!.

Yo recuerdo que a mi abuelo Bernabé paterno lo operaron en el hospital al otro lado de la Rambla junto a la entonces Policía Armada y mi madre nos llevó a verlo. 

Verlo postrado en aquella cama y oírlo con esa voz chillona, me puso muy triste. Que fuera una operación en el aparato reproductor y urinario lo oí en el cotilleo entre vecinas de la calle Martínez a pesar de mi hipoacusia severa sin que me lo contase nadie.

Una cosa que no me entra en la cabeza fue la panacea mental que sufrió mi abuelo. No sé si van a entender a lo que me refiero, ese estado de sentirse enamorado y poner cara bobo todo el santo día, pensando a todas horas en la misma persona que ha hipnotizado mis sensibilidades. 

No lo supe hasta que me pasó una vez y después de sufrirlo no dejé que me ocurriera nunca más. Principalmente porque no era buena persona la que hipnotizó mis sensibilidades. Así que nunca más volví a caer en esa trampa ni en los encantamientos porque siempre saldría perdiendo.

No me gustó ser Bernabé VI. Preferí ser Lin a secas, y no he dejado que otras personas se adueñasen de mi vida, y menos aún las que vinieron dándome ultimátum. Ninguna que me haya hecho daño me ha pedido perdón pero yo he ido con todo por delante. Con mi vida y mis viajes por media Europa.

Por eso guardo este grato recuerdo de mi abuelo Bernabé paterno sentado en el salón de mi casa. Oyó a la vecina de la esquina hablar con otras vecinas en la calle y galante se levantó del sillón y salió pitando a la calle sin su bastón pero con su miopía atroz.

Con el cuerpo henchido de orgullo, machote todo nervios, bajaba para la plazoleta Hornero y en uno de esos huecos producto de las ruedas de las carretas, pisó en falso y fue a parar al suelo a peso muerto gracias a aquella panacea mental, con tan mala fortuna que se rompió los huesos del brazo que utilizó para protegerse, y lo tuvieron que llevar a la Cruz Roja o a la Casa Socorro. 🌞Qué sé yo!

Al otro día vino a mi casa desde la casa de mi tía Pepa y se sentó en el sillón del salón con el brazo escayolado. Entonces el salón se llenó de vecinas y llegué a pensar que mi abuelo era un verdadero conquistador con todas estas mujeres agasajándolo con café, pastelitos o alguna otra cosa que picar. A lo mejor hasta salió borracho con tanta copita de anís y coñac.

¡Menudo bribón!.




                   



miércoles, 24 de enero de 2024

Aprendiendo a jugar al fútbol en el Barrio Alto

No recuerdo cómo aprendí a jugar al fútbol. Me da la impresión que ya sabía jugar. Algún amigo de la infancia, seguramente mi amigo Antonio que vivía en calle Pescadores, me engancharía al fútbol con los niños de la plaza Mula del Barrio Alto.

A mí me gustaba la incomprendida labor de ser delantero centro, posición que en basket o balonmano llaman pivote, que muchos "fieras de salón" llaman "estar de pescaera" y nadie entiende que consiste en un ardúo juego posicional para bloquear la defensa contraria. 

Yo tenía y sigo teniendo un toque de cabeza precioso que nadie supo valorar ni aprovechar. Más aún la jauría de intrusos que usurpan las direcciones deportivas de muchos clubes.

La particular tropa de entrenadores de nueva hornada entienden por futbolista el individuo que se dedica a dar regates, seña de identidad de muchos clubes que tienen clavada el estigma de perdedores.

Muchos de mis amigos de la niñez en el Barrio Alto apuntaron con llegar a ser en el futuro grandes futbolistas. Pero yo siempre supe que faltaba algo que tenía mucho más valor que tener en el equipo a un regateador profesional que en cuanto se canse, le quitan el balón y no tiene fuerzas para recuperar.

Muchos clubes lo arreglan todo con dinero contratando futbolistas. Carecen de una tabla de entrenamiento que les podía ahorrar muchísimo dinero y muchísimos disgustos con jugadores que una vez contratados no rinden.

A veces pienso en lo que hubiéramos conseguido los futbolistas de la plaza Mula del Barrio Alto si la vida no nos hubiese llevado por derroteros graves y crueles arrastrados por circunstancias imposibles. 

Sabiendo como soy pienso que en otras circunstancias hubiese llegado al mismo sitio de sabiduría atlética y personal donde estoy ahora. Tal vez de haber tenido una conexión fluida con mis amidos futbolistas de barrio hubiésemos sido capaces incluso de llegar a primera división goleando a palizas a los grandes clubes. 

El problema es que por entonces yo no tenía conocimientos tan avanzados de entrenamientos de alta intensidad anaeróbica. Ni siquiera conocía mi sistema de Línea Roja. 

Ni sabía que las rutinas basadas en "Circuitos" que se usan en el fútbol actualmente alcanzan como mucho un nivel patético tan mediocre como el 80% de la capacidad orgánica. Expresado en español, "cualquier persona en su vida diaria alcanza el 80% de su capacidad con solo agacharse y levantarse." Parece mentira que paguen tantos dinerales a entrenadores chatarra.

Por entonces yo era un niño de menor edad que la mayoría. Creo que algunos nos llevábamos meses pero en el grupo de la plaza Mula había también niños mayores que nos sacaban varios años.

Yo cuando me fui del barrio tenía aproximadamente doce años y donde me llevaron no existía la misma sociología futbolística que en el Barrio Alto y ni tan siquiera tenía a los amigos de la niñez.

En el barrio éramos poco más o menos un enjambre de niños que jugábamos al fútbol en ese particular descampado de la plaza Mula, un teatro de los sueños para ser un figura del fútbol mundial.

Cada día de nuestra niñez soñando en la escuela sentados en nuestros pupitres sin prestar atención a las aburridas explicaciones de los maestros de la época de los años 60 del siglo pasado. 

Lo nuestro era soñar despiertos que metíamos un gol escalofriante colocados en una posición imposible rasgando el aire que levantaba, que de repente teníamos el maestro encima dándonos un toque con la regla de madera en las manos sacándonos del sueño.  

"Qué coño estás haciendo?. Estás sordillo o qué?. Presta atención a la pizarra?." Y el maestro que nos ha jodido el gol dándonos un buen tirón de orejas.

En el Oriente CF no llegué a jugar pero nunca olvidé el San Lucas de don Lucas Verdegay.

Tampoco olvidé a los amigos futbolistas de la niñez: Lucas, Paco, Quino, Yubri, Antonio Soler, Joaquín, Juan Diego, Pío, Yoni, José Manuel, Rafa, Kempes, Paco, Tonda, Luís, Chacón, Emilio, José, mi hermano Pepe, Luus, Jesús, Moreno y Juan Antonio, Fajardo (no recuerdo su rostro pero sí su nombre), Antonio de calle Pescadores, Presenta.

Si a alguien no lo nombro que me lo diga.





domingo, 24 de diciembre de 2023

Las Felices Fiestas en el Barrio Alto de Almería

Llegan las Fiestas Navideñas y hace tiempo que no escribo nada para el grupo. Me gustaría dar un repaso a aquella época que en el barrio todo era gritos de niños por todas partes en medio del desolado nivel de vida que si nos fijamos no ha cambiado mucho. 

El único cambio que percibo es que nos dejan vivir en casas con paredes fuertes y cimientos potentes pero la miseria y el acceso a la riqueza producto de la gente común se la siguen quedando los mismos de siempre. 

Que nadie se engañe. Los que mandan en el sarao democrático siguen siendo los mismos del poder financiero que mandaban durante la República. Los mismos oligarcas con sus empresas pero con otros nombres. 

Me acuerdo cómo se anegaba el patio de mi casa cuando llovía abundantemente, que por causa obvia no corría el agua por los viejos desagües. Con tanta lluvia la calle Martínez se tornaba una avenida. Lo mismo que la calle Pescadores y la calle Morales, ya que el chorro que corría por la calle Real del Barrio Alto bajaba por calle Patrón y por las calles adyacentes hacia la plaza Mula y la calle Verbena. 

Una vez se estancaba en la plaza Horneros formaba grandes barrizales en tiempos que aún no habían rebajado la cuesta de salida a Carretera de Ronda que da justo frente a la Cruz Roja.

Entonces el agua salía por el callejón del Pajero y la veíamos correr toda para abajo hacia la estación del ferrocarril, para bordeando el cuartel de los civiles, llegar a la desembocadura de la rambla, ya que todo lo del Barrio Alto va a parar al mar, incluso los sueños. 

Siendo hijo único los Reyes Magos me traían un aluvión de juguetes que para mí era imposible de gestionar. Mi madre los guardaba en la camareta encima del pasillo sin que me interesara mucho por ellos.  

Recuerdo jugar a las casitas con la vecina de enfrente. No me acuerdo de haber jugado con un hermoso caballo de cartón enorme que me era imposible cabalgar.

Me acuerdo tener un triciclo y no usarlo apenas. También tuve un tren eléctrico pero no tengo consciencia de haber jugado con los vagones enchufando el cable a la electricidad, cosa bastante improbable para un niño de menos de dos años. 

Me acuerdo jugar con los vagones años después metiéndolos en el agua de la pila del patio hasta destrozarlos imaginando vivír mil aventuras.

Cuando nacieron mis hermanos los únicos juguetes que recibíamos eran los lapiceros de la época con bolígrafos, lápices, gomas, reglas y sacapuntas.

Personalmente seguí jugando con juguetes hasta los quince o los dieciséis años, que me metieron a trabajar de pinche de cocina en un hotel de la Costa, y allí me robaron lo que me quedaba de la niñez. 

No hubo día que los jefes de cocina, los otros pinches y los camareros, me acosaran llamándome cualquier cosa fea. Me invitaron a ir a bailar por primera vez a una discoteca y se llevaron un chasco bien gordo. 

Ligué enseguida con americanas de la universidad de Ohio hospedadas en nuestra cadena hotelera, tuve líos con ellas y ya no me invitaron nunca más a ninguna discoteca. 

Siempre me he acordado de las Fiestas Navideñas del Barrio Alto. Mi madre solía cocinar roscos de vino. Seguro que os acordáis de lo que pasaba con los roscos de vino cuando un invitado o invitada les hincaba el diente. Yo me hinchaba de reír.

Os leí en alguna ocasión que en todas las casas era costumbre tener en el salón una bandeja con alguna botella de alcohol, anís, coñac o quina, acompañado de peladillas, mantecados de almendras y roscos de vino.

Yo ayudaba a mi madre a estirar la masa del rosco y en algunos pocos introducíamos un trozo de hilo de coser como una pequeña broma para los invitados que al saborear el aperitivo se le enganchaba los dientes provocando las risas. 

Pero los mejores regalos navideños que yo recuerdo son cuando mi padre o mi madre traían a casa una caja de cartón blanca muy singular de la pastelería.

La caja, enorme y grande, contenía medianoches, medialunas, pasteles de coco, medialunas de merengue, pasteles de limón, pasteles de naranja, de chocolate, medialunas de crema y chocolate, de cabello de ángel, etcétera. 

Había tantos pasteles que no dábamos abasto durante varios días y lo compartíamos con amigos nuestros, vecinos y personas cercanas de nuestro vivir diario antes de que se echaran a perder. 

Mi madre invitaba siempre a vecinas que se habían convertido en nuevas amigas y confidentes. No recuerdo ningún día que en el salón de mi casa no tuviéramos una visita.

Lo siento mucho por los juguetes que estuvieron años guardados en la camareta del pasillo. 

Ninguno se salvó de morir ahogado en la pila del patio, excepto las bicicletas, que me las robaron. 

Aún espero sacarme la licencia de detective para descubrir quiénes fueron y hacerles pagar muy caro. 

Felices fiestas, Barrio Alto.




domingo, 22 de octubre de 2023

Los emigrantes que se fueron del Barrio Alto de Almería

En Almería nunca hubo sitio para los hijos y en el Barrio Alto no todos tenían un futuro próximo o lejano.
Las consecuencias de la emigración las provoca el poder político, que bloquea las oportunidades de las personas con talento y ideas, cuando no las roba impidiendo el sustento de las familias si a cambio no les reporta suculentos intereses. 

Las personas con algo más que una cabeza sobre los hombros, tenemos la capacidad de visualizar, reflexionar y obtener, una crítica cruel a partir de situaciones que se generan en las personas que viven la pobreza y la falta de oportunidades.

Es muy fácil ofrecer un dictamen de menosprecio contra la persona valiente que sufre pobreza y es discriminada. 

A los talentos barrioalteros que se les invitó a emigrar nunca más regresaron porque donde residen tienen un amplio abanico de oportunidades que han hecho crecer su familia y multiplicarse.

Durante años estuve recorriendo los Pirineos de cabo a rabo. Los franceses, aragoneses y los catalanes. Allí en algún lugar siempre había un almeriense aunque no se diese a conocer. 

Estaba sentado un día cualquiera en la estación del ferrocarril de Ribas de Freser esperando un tren cualquiera hacia cualquier parte en el momento que yo decidiera irme, actitud muy normal en mi forma de viajar.

El jefe de la estación me saludó y me preguntó a dónde me dirigía. Le dije que no lo sabía porque en ese momento no tenía decidido a dónde ir. Le pregunté qué era Nuria y el horario del tren cremallera. 

- De dónde es usted?.
- De Almería
- Aaaaahhh, pues yo también.
- Yo del Barrio Alto
- Y yo... Glup!...

Nos estrechamos las manos y nos miramos. No quisimos profundizar nuestra zona de nacimiento, nuestra calle ni nuestras familias.

En Francia igual, varias veces lo mismo a lo largo de dos décadas, almerienses trabajando. 

Me encontré con una mujer bajita del Barrio Alto en los alrededores de la estación del tren de Olorón Sainte Marie. 

En Lourdes, en Tarbes y en Luz-Saint Sauveur, hombres almerienses, posiblemente algún barrioaltero, trabajando. 

Recuerdo a una mujer muy guapa del barrio más alta que yo, jefa de estación de tren en Londres cerca Trafalgar, creo que era la Charing Cross, no estoy seguro. 

Llegué a esa estación muy temprano tras un recorrido apasionante que consistía en ver dirigirse a sus trabajos a los ciudadanos ingleses auténticos no inmigrantes. 

La mujer jefa de la estación me preguntó en español si era español y resultó ser de Almería y del barrio. 

Hablamos un ratico que le conté que llevaba casi dos semanas durmiendo todas las noches en la estación de Gatwich donde me duchaba. 

Me negué a ir a un hotel a pesar de que me salía más caro el tren todas las noches para dormir en Gatwich en una butaca de la sala de espera. 

Tras un largo verano de trabajo que gané medio millón de pesetas, me divertía como un poseso viajando en tren por toda la zona sur hasta Surrey.

Un día llegué a la estación de autobuses de Tarragona y en un bar de los alrededores me encontré con un barrioaltero emigrado en los años 50. Me contó que trabajó como peón en la construcción del Metro de Barcelona. 
 
Da la casualidad que un día paseando por la Rambla de Barcelona me senté en un banco junto a un hombre mayor que resultó ser almeriense que también había trabajado en las obras del Metro.

En mi familia también hay emigrantes. Mi tio Nicolás Herrada tuvo que irse a Barcelona siendo un experto mecánico. Allí continuó sus estudios porque ni en Melilla ni en Almería existían oportunidades. Trabajó toda su vida en los talleres de los coches de la policía.

Quien tenga el valor de mirar hacia atrás, verá las huellas de la miseria y la podredumbre fanática de los últimos ochenta años de políticas destructivas. 

El pulso de un barrio, de una ciudad y de un país, se mide por el valor de la pensión mínima. Os lo dice un sociólogo especialista autodidacta.

No cuesta nada entender que la miseria no existe. Sí existen los miserables.




jueves, 19 de octubre de 2023

La crisis del fútbol barrioaltero en el Barrio Alto de Almería

Hace bastante tiempo que no escribo un post barrioaltero sobre el fútbol del Barrio Alto.

Y es que al fin y al cabo el fútbol de élite de una ciudad es firme reflejo de lo que ocurre en su fútbol de aficionados.

He visto un comentario de El Yubri, crítico con lo que le está ocurriendo al Almería. Y como digo, para mí viene a ser un espejo de lo que ocurre a los clubes aficionados.

Un individuo que obtiene el título universitario o carnet de entrenador no significa nada de nada para mí. Y les voy a decir por qué.

Como corredor que he vivido en los Pirineos compitiendo en carreras de montaña, los ganadores hemos subido corriendo por los valles hasta la cima de los collados bajando y subiendo varias veces para alcanzar la cumbre de la carrera con altitudes cercanas a los 3.000 metros, para descender y llegar a la meta en tiempos totales alrededor de los 90 minutos, dependiendo la distancia que había que recorrer.

Personalmente no he podido ganar ninguna carrera, pero sí he quedado segundo varias veces. Y también he quedado entre los mejores diez primeros y entre los mejores quince primeros. 

O sea que llegué a ser Subcampeón de Europa en una trail running de altísimo nivel hace más de veinte años, aunque la carrera ya no exista y la hayan limpiado con un borrón para crear una prueba nueva.

Lo que les estoy contando es una pequeña introducción para que entiendan los niveles de capacidad física y entrenamiento físico. 

Muchos lo negaran porque no les conviene. No quieren que se les vea que con titulitos universitarios y carnet de entrenador de fútbol son unos pardillos, o chatarras como los llamo yo.

Subir una montaña corriendo requiere de una condición física de excelencia muy superior. 

Durante las trail running de montaña que yo subí corrimos por carriles y veredas, y más arriba la montaña estaba pelada por el frío, sin una selva donde protegerse.

Subirla equivale a tener muchísima fuerza para correr a ritmos entre 5 y 8 minutos por kilómetro donde las rampas más fáciles rondan el 8% de media. Y sin acojonarse cuando llegan las paredes más duras y escarpadas entre el 30% y 80% de media, sin hacer el lelo gastando la energía necesaria para el retorno.

Cuando corremos de vuelta, los descensos suelen ser terribles. Lo sabe quienes han hecho senderismo y han hecho cumbre. 

Cuando llegamos a las veredas, quizás podamos aplicar velocidad antes de salir desbocados por carriles rompepiernas con vaivenes sube y baja.  

Es cuando más locos corremos. Vamos sueltos y olemos el final de la  prueba. Miramos constantemente en el pulsómetro los tiempos parciales de paso que estamos registrando viendo en los carteles los kilómetros que faltan para llegar a la meta. 

Así después sabemos los ritmos de velocidad parciales y totales, y también los ritmos cardíacos que hemos soportado corriendo para ser los ganadores. 

Por eso sé que quienes me ganaron fueron más rápidos en los ascensos. Avisados tuvieron la suerte de sacarme suficiente ventana subiendo para que no los pudiese coger bajando.

Y es que en los descensos no me ganaba nadie. Si no me sacaban la suficiente distancia les iba a alcanzar y iban a sufrir verme correr a velocidades medias alrededor de 2:30 minutos por kilómetro. 

Es decir, mi nivel de perfomance física es de 2:30 minutos por kilómetro y sé cómo entrenarme como especialista autodidacta.

Sin embargo, un individuo con título universitario o carnet de entrenador de fútbol ha estudiado mucho en un pupitre. 

No tiene registro ninguno ni ningún nivel que pueda demostrar. Es como un aficionado que se cree futbolista engordando en el sillón de su casa. 

El nivel físico de un entrenador cualquiera es que no tiene nivel. Da igual si entrena clubes de fútbol del Barrio Alto, en el Plus Ultra o en el Almería.

Si los pones a correr cualquier prueba de 5 kilómetros que se hacen en los barrios, sabrás cuál es su nivel.

No te extrañe que muchos se paseen por el fútbol profesional de derrota en derrota pero cobrando dinerales. 

Y yo me pregunto porque no devuelven el dinero de los partidos con derrota ya que se le contrata precisamente para que gane y no para que pierda.

En general los buenos futbolistas tienen niveles alrededor de los 5 minutos por kilómetro. La mayoría se ahoga en cuanto les juega un futbolista a la contra con un tren de carrera de 4 minutos por kilómetro.

Algunos futbolistas se sienten tan orgullosos corriendo a 3:00 minutos por kilómetro dos o tres tiradas que se enfadan enseguida y se desesperan cuando se les replica que los partidos de fútbol durán 100 minutos, lo equivalente a correr medias alrededor de diez kilómetros. 

Un jugador que corre a 3:00 minutos por kilómetro dos o tres tiradas durante un partido, se pasa los siete kilómetros restantes de dicho partido deambulando ahogado por un pírrico descampado de 45 x 90 metros una vez se le acabó la gasolina.

Así de fácil es saber el nivel de un jugador, preparador físico o entrenador de fútbol 

La ley que privilegia los titulitos frente a los autodidactas profesionales la implantó el gobierno rastrero de Felipe  González y beneficia sobretodo a los equipos grandes de la Liga.

Esto provoca que el fútbol se haya inundado de entrenadores patateros. Vulgares aficionados sacándose el carnet de entrenador por enchufe y unas perragordas.

Abajo os dejo una tabla de condición física con capacidades de distancia entre 5 y 10 kilómetros, con la velocidad por kms/hora, el ritmo del futbolista en minutos/kilómetros. 


miércoles, 11 de octubre de 2023

Cuando la modernidad llegó al Barrio Alto de Almería

¿Saben?. Algunas veces busco en internet imágenes del Barrio Alto y siempre salen las mismas fotos. No hay más.

Sin embargo cuando busco postales antiguas de Almería, aunque no lo crean, dentro del lienzo de la postal, entre la gente, me encuentro a mí mismo.

Pero no en todas las postales... Sin exagerar solo en algunas de finales de los años 60 y principios de los años 70 del pasado siglo XX.

Entonces reflexionando de modernidad me acuerdo que desde el bordillo de la entrada de mi casa en calle Martínez al final de la Plaza Hornero vi las primeras luces de la modernidad a punto de entrar en el Barrio o al menos en esta zona. 

Quién no recuerda ir por la Carretera de Ronda con bombillitas miserables en cada esquina en plena noche sin una sola farola por kilómetros?. 

Me acuerdo ir a clases de mecanografía en la Olivetti del centro de Almería y mi padre comprarme la bicicleta blanca Peugeot (la pujeot que yo le decía).

Fue esperarme al salir de clase y comprarme la bicicleta. Mi padre me hizo seguir por detrás su coche por toda la avenida de la estación del tren, llegar a la fuente de la estación de autobuses.

Se fue y me dejó solo remontando la carretera, pedaleando muy impresionado por la luz tan potente que generaba la dinamo de mi nueva bicicleta mientras escalaba la Carretera de Ronda toda para arriba alumbrado solamente por los faros de mi "Pujeot" porque no habían farolas por la vía.

Las luces de la modernidad se veían cuando me sentaba en la puerta de mi casa y miraba hacia Regiones a través de la Plaza Hornero. 

Por entonces tenía viviendas en el frontal que miraban a la plaza y dejaban un callejón de salida a la Carretera de Ronda por el gran almacén de alpacas de paja del Pajero.

Sin embargo por este lado de la plaza había una cuesta que no hacía mucho la habían allanado. Y si antes se veían la parte alta de los edificios de Regiones, cuando quitaron la cuesta se veían al completo incluyendo la carretera.

Y cuando se fueron los de las casas a las 500 Viviendas que construyeron cerca de Ciudad Jardín y del Estadio de la Juventud, las de la plaza Hornero las echaron abajo. Se veía entonces incluso la parada del autobús justo enfrente y los coches de la época rugiendo para arriba y para abajo.

Ya no estaba la cuesta ni tampoco las casas. Teníamos la carretera de Ronda y las farolas que encendieron una noche tras meses de trabajos. Los vecinos se sentaron en la puerta a esperar para ver cómo se veían las farolas cuando la encendieron por primera vez.

Los días siguientes por la noche parecía un lujo ver pasar personas por la noche caminando hacia la Carretera Ronda y verlos cruzar a Regiones bajo la luz intensa de aquellas farolas. 

Me daba la impresión que ya no estábamos protegidos por la cuesta y cualquiera que estuviese sentado en la puerta de su casa en Regiones nos veía y nos vigilaba.

La cuesta cuando la rebajaron, tuvieron mucho cuidado de dejar distancia para no tocar los cimientos de las casas. Por eso cuando pasas se nota mucho ese raro recortado en perpendicular con la hilera de casas que forman la esquina de la plaza Hornero con calle Morales. 

Muchos años después volví por el barrio y encontré ese edificio horrible que impide ver Regiones y que cuando me fui era una obra que llevaba años abandonada. 

La idiotez máxima la tiene el individuo que diseñó ese horrible hotel en el Barrio Alto. Y es que en el barrio se supone que la modernidad nunca llegó y pasó de largo a pesar de que encendieron las nuevas farolas de la Carretera de Ronda y la convirtieron en la gran vía por donde corría la luz. 

El mundo aparte éramos nosotros, que seguimos teniendo en las esquinas de nuestras calles las mismas miserables bombillas del franquismo, reflexión que no interesa a algunos porque para ellos la culpa siempre la tienen los pobres.

La Carretera de Ronda se convirtió en la gran vía de escape y la plaza Hornero siguió siendo el templo de las hogueras de la niñez.



martes, 19 de septiembre de 2023

Joe Murcia enfilaba la calle principal de Almerizon City cabalgando en su yegua Locomotora y cuando la vía se curvaba hacia el Este, vio el flamante salón Barrio Alto donde su dueño, el temible pistolero Pío McDodgy, departía en una charla con su sanguinario lugarteniente Joe Belmont, un emigrante italiano que encintaba sus colts del revés. 

Joe Murcia, conocedor de las peores fechorías de ambos forajidos, observó hasta qué punto se habían enriquecido en aquella ciudad costera merced al contrabando de armas que entraban por el puerto y al exclusivo proveedor de bebidas alcohólicas de importación.

Almerizon City era su zona y nadie podía saltarse las reglas que imponían, ni siquiera las autoridades, gallitos a quienes dejaban elegir entre un buen fajo de billetes para vivir bien o un balazo en medio de las cejas para vivir mejor sin sufrimientos dentro de una caja a medida de la marca Sepulturero.

Disfrutaban de una legión de residentes que se beneficiaban directamente manteniendo el poder casi absoluto de Pío McDodgy y Joe Belmont. 

La banda la completaba una legión de peligrosos pistoleros como Garden Boy, Kin Barrionuevo, John Orts, Trin Bautista y hasta medio centenar entre tahúres, cuatreros y asaltadores de bancos, y gente importante de la ciudad que eran jugadores de reemplazo en su casino cada noche, gastándose más de lo que hayan podido ganar en sus negocios durante las últimas veinticuatro horas. 

Loli Chaconne era la única persona en quien Pío McDodgy confiaba aparte de en Joe Belmont. Ella controlaba a las chicas que trabajaban en el salón manteniéndolas alejadas de la ira de Pío McDodgy. 

Muchas veces lloró por no poder escapar de aquel demonio cuando perdía el control de algunas chicas rebeldes. Entonces los pistoleros las mataban y las hacían desaparecer enterrándolas en alguna fosa en el desierto.

Dos días después de llegar Joe Murcia a Almerizon City, apareció un pistolero calvo que algunos conocían como Brynner. 

En las siguientes horas Almerizon City se había llenado de pistoleros que buscaban una habitación en el salón Barrio Alto. 

Nunca se habían visto tantas leyendas juntas en una zona tan cargada de individuos de la peor pesadilla.

Franco Nero era un individuo que tenía una aptitud fría y distante de forma permanente. Parecía cosa seria, una mala bestia que hacía arder la sangre al más pintado.

Joe Belmont los conocía a casi todos y corrió su temor a Pío McDodgy. 

Este observó con preocupación el numeroso grupo de pistoleros que llegaban a su negocio pidiendo una habitación. Mandó que sesenta de los cien hombres de su rancho vinieran de inmediato armados hasta los dientes. Tenía la corazonada que algo muy gordo iba a pasar. 

No podía creer que pistoleros como Lee Van Cleef, Elli Wallach, Gian María Volonté, Gianni Garko, Tomás Milián, Giuliano Gemma, Anthony Steffen, Klaus Kinski, William Berger, George Hilton, Peter Lee Lawrence, Eduardo Fajardo, Luigi Pistilli y Fernando Sancho entre otros desconocidos, estuviesen en su salón buscando follón.

Para Pío McDodgy todos eran gentuza que pretendían quedarse con su negocio y su fortuna. 

Peor le supuso ver que también se llenaba de forajidas. No podía creer que Teresa Gimpera, Chelo Alonso, Laura Antonelli, Jane Ågren, Claudia Cardinale, Olga Karlatos, Annabella Incontrera, Marisa Mell, Elisa Montes entre otras, estuviesen circundando a sus chicas. Las invitaban a sus mesas con una Loli Chaconne que permitía que pisoteasen sus reglas.

Llamó a Joe Belmont a intervenir para que Chaconne recogiera a sus chicas. El individuo se acercó a la mesa donde estaba sentada la mujer con las recién llegadas y la abofeteó dándole la orden de volver todas a sus habitaciones.

Joe Belmont sintió en su cabeza el frío cañón de un colt y el aliento ardiente de una fulana de rostro salvaje que le echaba en el ojo su aliento como si quisiera devorarlo. 

En cuanto reconoció a la forajida Raquel Welch el hombre se meó en los pantalones. La pistolera tenía por costumbre freír los cataplines de sus enemigos para desovarlos y dejarlos sin piel. 

Pío McDodgy no podía creer lo que estaba sucediendo. Yul Brynner se paseó por el centro del salón y Pío McDodgy enseguida lo reconoció. "No. No. No es posible. No" - gritaba. Y Yul Brynner se reía de Pío McDodgy.

Pío se cagó en los pantalones en un ataque de nervios. Sacó su colt y comenzó a disparar a diestro y siniestro sin saber dónde se había metido Yul Brynner. "Puto ciezo calvo y asqueroso" - gritaba Pío McDodgy - Cójanlo!. No lo dejen escapar!."

Fue cuando las mujeres a las órdenes de Loli Chaconne y Raquel Welch salieron escapando hacia la calle bien lejos del salón. 

Los borrachos y los feligreses no querían abandonar la partida ni las  botellas de whisky. Se peleaban a muerte por lo que creian suyo. 

El salón se había convertido en un verdadero infierno en una batalla de pistoleros sin precedentes que Pío McDodgy intentaba controlar sin conseguirlo. 

Caían como moscas los mercenarios del salón Barrio Alto. Joe Belmont estaba  desaparecido y Pío McDodgy echaba ascos contra él. El individuo había huido de la ciudad con lo poco que pudo llevarse. Cabalgaba lo suficientemente lejos para que no le alcanzase ningún disparo de los muchos que escuchaba detrás suyo. 

Toda vez que creía oír un disparo cerca el meón bajaba la cabeza aterrorizado cabalgando a lo bestia camino de Rioja para ocultarse en un búnker aislado que siempre tuvo preparado en Alhamilla Mountain Range.

El tiroteo en el salón Barrio Alto duró dos días con sus noches y para entonces el edificio era una ruina agujereada por todas partes. 

Los pocos pistoleros que sobrevivían dentro ninguno se atrevía a salir y los de fuera por nada del mundo pensaban entrar. 

Así vieron desmoronarse el edificio con un ruidoso estruendo. Murieron unos cuantos que no quisieron salir. 

Yul Brynner disparó a una columna de madera destrozada y el edificio terminó por desplomarse por completo matando a quienes amenazaban con sus rifles.

En las Alhamilla Mountain Range, el huido Joe Belmont se reía sintiéndose salvado en el cubil que tenía preparado, pero de repente alguien le puso el cañón de un colt en las pelotas y un individuo de nombre Elli Wallach le preguntó: "Me estás imitando, puerco desalmado? - y se rio. 

Joe Belmont entró en pánico al ver que Wallach iba acompañado de la forajida Raquel Welch riéndose de gusto.
"Pretendías escapar de mí, pardillo? -  Raquel se rio y apretó el gatillo para convertirlo en fraile y creyente.

Elli Wallach y Raquel Welch se reían a carcajadas. Joe Belmont corría hacia ningún lado con los cojones ardiendo y la piel arrancada echando humo. El pobre cayó por una grieta en la montaña a una poza natural de agua y allí se desmayó perdiendo la noción del tiempo. Cuando despertó lo habían sacado y no había nadie. Se habían ido y por lo menos estaba vivo.

Entre las ruinas de lo que fue el salón Barrio Alto salió una figura tambaleante y malherida. Joe Murcia y Yul Brynner hicieron que soltase las armas. Pío McDodgy rajó y amenazó con vengarse y matarlos a todos para volver a erigir su imperio. 

No tardó mucho en arrepentirse y retractarse de sus amenazas. Una luz no humana brilló en los ojos de Yul Brynner lo justo para dejar su sello entre sus cejas. Observaba al robot encintar con la velocidad de un rayo el Colt humeante que lo envió camino del otro mundo. 


lunes, 4 de septiembre de 2023

Ecos de la República en el Barrio Alto de Almería

He estado pensando semanas y semanas tras haber visto un vídeo de Julio Anguita en la que expresaba con suma claridad las consecuencias que traen los cambios provocados en la estabilidad del Estado sobre las personas comunes y toda la ciudadanía.

En Almería como en Málaga como en Cádiz, existe un día en el cual se rinde homenaje a un conjunto de personas que fueron fusiladas por su extrema rebeldía y actos contra el francés, primer Borbón que ocupó la Corona Española.

Torrijos, que fue fusilado en la playa de Málaga al desembarcar, era un general liberal con título nobiliario Conde de Torrijos. 

Hoy su tumba y la de sus compañeros la pueden ver en la famosa Plaza de la Merced en cuya esquina nació Picasso, justo en el centro de la plaza, bajo el obelisco vallado.

Justo el mismo destino que los Coloraos, un grupo de liberales que llegaron a Almería en agosto de 1824, vestidos con casacas de color rojo, con la misión de restablecer la Constitución de 1812. 

Firmes en sus valores libertarios que se suponían democráticos, lucharon contra el absolutismo de Fernando VII, que la había abolido.

Muchos se acuerdan de la República como el cielo en el Barrio Alto. Sin embargo yo estoy seguro que muchos que la aclaman y la bendicen, no cuentan las atrocidades que se cometieron. 

Tampoco cuentan quiénes eran los poderes financieros que controlaban la República, que observado en profundidad, son precisamente los mismos poderes financieros, las mismas familias oligarcas que se arrepintieron de haber echado al Borbón y provocaron la guerra para volver a traerlo.

Quien añora la República no sabe lo que dice, ya que fue una República de Derechas, que no de Derechos. La inventaron los poderes financieros para echar a los Borbones.

Tampoco creo que la República beneficiase a los habitantes del Barrio Alto. He leído no pocas veces que su población estaba destinada a los servicios para los señoritos. 

Pescadores, albañiles, agricultores, limpiadoras, cosedoras, planchadoras camareros, limpiabotas, barrenderos etcétera. 

No tenías futuro si no trabajabas en la servidumbre para la clase acomodada almeriense, esa clase que en el trasfondo siempre han ocultado que vivían de los dineros y los privilegios públicos.

La población, siempre son los mismos quienes sufrieron en sus carnes la Guerra Civil, que fue en realidad una guerra entre los poderes financieros y una multitud de trepas metidos en política, que a las primeras de cambio se vendieron al nuevo régimen impuesto por los poderes financieros.

Exactamente lo mismo que está sucediendo en la política hoy, plagada de trepas que prometen una vida digna para trepar, pero ves pasar la vida con los mismos problemas, resignado a ellos.

Ya sé que muchos dicen que fue porque mataron a tal o cual señor. Allá cada uno con sus cuentas y sus cuentos. 

La Primera Guerra Mundial se inició, dicen, porque mataron en Serbia al heredero del Imperio Austrohúngaro.

Suena a chino lo mismo que si dicen que mataron a un señor en Madrid y provocó la guerra. 

No te cuentan que los poderes financieros tenían proyectada una contienda para llenarse los bolsillos con un cambio de régimen y pruebas con las nuevas armas convencionales.



                                         (foto cogida de La voz de Almería)  La Voz de Almería
                           

                                      


viernes, 25 de agosto de 2023

Luís el de los Perros pasea por la playa de nuestra niñez en Almería

Os voy a contar una anécdota que vivimos mis hermanos pequeños y yo a finales de los años 60 con un persona cuya alma será eterna en Almería como en el Barrio Alto, puesto que muchos se acuerdan de él.

Yo soy el mayor sobre mis hermanos. El que siempre estaba en la playa en invierno y en verano. En época estival mi hermano pequeño, Paco, salía de las faldas de mi madre y nos íbamos con mi otro hermano, Pepe, a la playa donde estaba Miguel, un vecino del Zapillo amigo nuestro que alquilaba los hidropedales de madera.

A Miguel el de los Hidropedales a veces le alquilamos nuestro hidropedal preferido durante algunas horas hasta hartarnos. 

Tampoco es que nos fueramos muy lejos siendo tan pequeños pero nos gustaba subirnos en el lomo del hidropedal y saltar al agua tan clara que tiene nuestras playas hasta alcanzar el fondo marino a tres metros o cuatro metros de profundidad.

Jugábamos a ver quién subía más arena del fondo procurando que no se nos escapará de las manos en la subida a la superficie. Íbamos acumulando arena en el hidropedal hasta cansarnos del juego.

En invierno siempre estaba solo en la playa después de llegar de la escuela. No me daban miedo las olas y sin alejarme del rompeolas las saltaba o las evitaba por el fondo. Incluso llegué a ponerles nombre según lo grande que era la ola.

Los veranos con mis hermanos pequeños en la playa nos poníamos cerca de Miguel el de los Hidropedales, nuestro amigo del Zapillo, que a veces tenía necesidad de ausentarse y me dejaba a cargo durante minutos para que atendiese si alguien demandaba un hidropedal.

Un día mis hermanos Pepe y Paco se me acercaron llorando. De repente un hombre enorme se apareció frente a nosotros. Se dirigió a mi hermanos pequeños y a mí como si nos conociera de toda la vida. Pareció que nos quería saludar y todo.

La cosa es que mis hermanos se asustaron muchísimo y entraron en pánico. Les hice correr para salir de la playa delante mío y subimos espantados el terraplén hacia la calle y corrimos hacia la carretera principal del Zapillo sin darme cuenta que mi hermano más pequeño, Paquito, se había quedado atrás. 

Mi hermano Pepe me avisó, paré y retrocedí en busca de mi hermano pequeño, que no podía con su alma y lloraba de espanto. Yo vigilaba la calle hasta la playa totalmente vacía sin que nadie nos persiguiera. Cogí la mano de mi hermano pequeño y lo ayudé a correr hasta la esquina donde nos esperaba mi hermano Pepe.

Mi viejo fue a la playa conmigo y le preguntó a Miguel el de los Hidropedales por la persona que había asustado a mis hermanos. No me acuerdo que le dijo pero mi padre sonrió. Una hora después estábamos de nuevo en la playa solos.

Eramos pequeños y el hombre parecía enorme 😸 Pocos días después mi madre nos sacó a la carretera de Ronda. Estuvimos esperando un rato sin saber con qué intención. Justo entonces bajaba Luís el de los Perros en un ciclomotor Ducati naranja como si el encuentro hubiera sido preparado. 

Estando mi madre, mis hermanos no se asustaron, sobretodo el pequeño que se agarraba a su falda. Se paró junto a nosotros y nos abrazó con risas. El susto de mis hermanos pequeños se borró. Empezamos a verlo como un amigo al que saludábamos cuando lo veíamos por Carretera de Ronda en el ciclomotor.

Nosotros seguimos yendo a la playa solos para situarnos al lado de nuestro amigo Miguel el de los hidropedales. Luís el de los Perros no nos volvió a dar miedo y él sabía que podía acercarse a nosotros y saludarnos porque era nuestro amigo.

Me cuentan que él era así. Se acercaba y metía miedo a cualquiera. Muchos lo tienen en su imaginario por sus acciones, una leyenda que a veces deambulaba por el Barrio Alto dejando sus huellas como por toda Almería, convertido en un personaje entrañable muy recordado por su peculiaridad.

Leo en un periódico que Luis el de los Perros llevaba sus acciones lejos de Almería, no quedaban limitadas a la capital. Regularmente viajaba hasta Barcelona como su destino habitual.

Ello le valió aprenderse de memoria y recitar sin error cada uno de los pueblos que atravesaba por la antigua carretera N-340 cuando viajaba en autobús de línea, y lo mismo cuando viajaba en tren, que se sabía el nombre de las estaciones de ferrocarril hasta la Ciudad Condal, con trasbordo obligado en Alcázar de San Juan.

Cuenta que Luís de los Perros se llamaba Luis Méndez Cañadas y vino al mundo en la década de 1920 en el paraje de la Huerta de Azcona, lo que hoy es la calle del poeta Paco Aquino con Padre Méndez o Avda del Mediterráneo.

La anécdota del periódico dice: "Creció enseñando a embestir a las cabras lecheras convertidas en miuras en el solar donde en la posguerra el Dr Domingo Artés Guirado abrió su prestigioso sanatorio quirúrgico, con fachada a la pelada Rambla salpicada de raquíticas moreras."





                                   
 

Cuando las cosas no iban bien en las familias del Barrio Alto de Almería

Tengo, como todos, recuerdos frustrantes de la niñez.  Eso que los nuevos entendidos de la psicología aplicada llaman traumas. Todos hemos c...