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sábado, 3 de diciembre de 2022

El Monumental Cinema del Barrio Alto

El cine Monumental era un monumento a la niñez de muchos Barrioalteros en pleno Barrio Alto que derribaron. 

No hay niño o niña que no haya hecho cola en sus estrenos de películas de serie B.

Era un cine con butacas de madera cuyos pasamanos me gustaba de acariciar. 

La última vez que entré en el local a ver una de esas películas del oeste filmada en los desiertos de Tabernas, me costó veinticinco pesetas ver a los protagonistas sucios y malolientes, sudar la gota gorda sin llegar a derretirse nunca.

Cuando terminaba la película uno se preguntaba porqué eran tan guarros al punto de no lavarse. 

Comenzaban la película más que sucios y cuando en la pantalla ponía "Fine" o "Fin" o "The end",  los personajes terminaban mucho más sucios que al principio.

Pocas veces vi a alguno elegante tan limpio y arreglado como Lee Van Cleef. El tío sudaba poco y si lo mataban nunca estaba sucio.

Eli Wallach además de feo daba espanto. Parecía salido del manicomio. Tenía un gran parecido con algún tipo de conejo a punto de ser degollado. Todo lo contrario que el Clint Eastwood, parecía que el baño no le hacía efecto y salía del mismo color que cuando se metió en la bañera.

Otra cosa eran los hermanos Terence Hill y Bud Spencer. Se quitaban ropa muy sucia para bañarse y tras el baño se volvían a vestir con la misma ropa sucia que se habían quitado. Me quedaba perplejo. Yo hago eso en mi casa y mi madre me mata.

También me dejaba perplejo la anarquía que se mostraba en las películas. Lo haces en aquellos tiempos y se te echan encima las brigadillas para que visites amablemente sus calabozos. 

Yo me sentía muy vaquero. Incluso cuando me iba por ahí a explorar el Barrio Alto más allá de lo conocido, con mi bicicleta de la marca Iberia y mi sombrero de vaquero de estos de plástico de ala ancha. 

No me llevaba mis Colts por no dejar un reguero de niños del barrio que se atrevieran a retarme en un duelo bajo el Sol a ver quién de los dos sudaba más. 

Por si algún niño me retaba, casi siempre llevaba en el bolsillo una bolsa de pipas Caranchas con sal, una bolsa de garbanzos fritos de la Rambla y una ristra de chicles Bazooka Joe.

Repartiría con cualquier niño o niña mis tesoros en cualquier ocasión y para demostrarlo les aseguro que tampoco iba armado con ninguno de los tirachinas que yo mismo me fabricaba con un trozo de tronco en "Y" mayúscula, unas tiras de goma de cámara de bicicleta y unos alambres para sujetar las gomas al tirador. 

En la escuela me hacían cantar canciones religiosas en el coro, pero yo nunca fui un ángel. Los maestros se confundieron al elegirme y ya de mayor siempre hay alguien que me manda callar.

El cine Monumental era el templo de los niños del barrio, un monumento a nuestra niñez. Aprendimos a ser indios, a conducir el ganado como auténticos vaqueros, a jugar al poker ganando siempre y a mirar a las chicas protagonistas de nuestra propia película.



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