Vivía en una casa mata a quinientos metros de la mía y la veía pasar moviendo la cadera casi todos los días.
Me veía, me miraba y me lanzaba un beso 💋 a través del aire, llamándome "Niño guapo". 😂
Su casa estaba enfrente de la casa de mi tía, en Los Molinos, pero yo la veía por la playa, limpia de maquillaje y con ojeras.
Ella estiraba su toalla sobre la arena, y me saludaba "Hola, niño guapo", y el hombre que le acompañaba se me quedaba mirando, preguntándole a la dulce Brigitte de qué me conocía.
El fanfarrón le dijo algo riéndose de la Brigitte, y esta lo pateó y lo echó de su lado, "Va te faire foutre, connard", y se deshizo de él.
Me miró y me dijo " Niño guapo", mientras yo veía al machote irse de la playa echando humo por las orejas, observado por la gente.
La dama se colocó un sombrero de verano de ala muy ancha, unas gafas de sol muy grandes y movió un poco su sombrilla antes de soltarse un poco el sostén del biquini.
Cogió su copa de cóctel que le había servido su asistenta, se echó crema por todo el cuerpo y la cara, y se tumbó sin acordarse del fulano que había echado por decirme alguna payasada.
Ella tenía como treinta años. Yo quizás no tenía cumplidos los siete años.
Cuando tenía calor, me levantaba y salía corriendo para echarme de cabeza al agua.
A veces me iba a la punta del espigón, y ella disfrutaba observando a través de sus grandes gafas de sol, mis peripecias dejándome llevar por las olas.
Un par de horas después, solo buscaba sombra, estaba achicharrada 😂 parecía una niña loca metiéndose en el agua, y una vez dentro no quiso salir.
Hizo que su asistenta entrara en el agua con la copa de cóctel, le sujetó el sombrero y las gafas y metió la cabeza bajo la superficie sintiéndose aliviada.
Miró a su alrededor buscando dónde estaba y vino al espigón. Se sentó a mi lado junto a mis amigos, observando lo clara y llena de luz que era el agua de la playa.
Plena de energía se puso de pie, aseguró sus pies para no resbalarse, y se zambulló cuál sirena de un libro de mitología.
La vi llegar a la orilla, ponerse un chal, su asistencia recoger todo, y se fue de la playa diciéndome adiós con el brazo, lanzando su beso al aire.
Mucho tiempo después, estaba sentado en el peldaño de mi casa y la vi llegar por la plazoleta Horneros. Entró en la calle Martínez totalmente vacía, se paró frente a mí, me llamó "Niño guapo" y me dijo que se iba.
Yo estaba pintando el gorila Maguila en una libreta de dibujo. La miré, nos dimos la mano, y siguió su camino en dirección a la huerta, sola, sin asistencia, para no llamar la atención, y lo cierto es que pasó desapercibida.
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