Vistas de página en total

Translate

domingo, 22 de octubre de 2023

Los emigrantes que se fueron del Barrio Alto de Almería

En Almería nunca hubo sitio para los hijos y en el Barrio Alto no todos tenían un futuro próximo o lejano.
Las consecuencias de la emigración las provoca el poder político, que bloquea las oportunidades de las personas con talento y ideas, cuando no las roba impidiendo el sustento de las familias si a cambio no les reporta suculentos intereses. 

Las personas con algo más que una cabeza sobre los hombros, tenemos la capacidad de visualizar, reflexionar y obtener, una crítica cruel a partir de situaciones que se generan en las personas que viven la pobreza y la falta de oportunidades.

Es muy fácil ofrecer un dictamen de menosprecio contra la persona valiente que sufre pobreza y es discriminada. 

A los talentos barrioalteros que se les invitó a emigrar nunca más regresaron porque donde residen tienen un amplio abanico de oportunidades que han hecho crecer su familia y multiplicarse.

Durante años estuve recorriendo los Pirineos de cabo a rabo. Los franceses, aragoneses y los catalanes. Allí en algún lugar siempre había un almeriense aunque no se diese a conocer. 

Estaba sentado un día cualquiera en la estación del ferrocarril de Ribas de Freser esperando un tren cualquiera hacia cualquier parte en el momento que yo decidiera irme, actitud muy normal en mi forma de viajar.

El jefe de la estación me saludó y me preguntó a dónde me dirigía. Le dije que no lo sabía porque en ese momento no tenía decidido a dónde ir. Le pregunté qué era Nuria y el horario del tren cremallera. 

- De dónde es usted?.
- De Almería
- Aaaaahhh, pues yo también.
- Yo del Barrio Alto
- Y yo... Glup!...

Nos estrechamos las manos y nos miramos. No quisimos profundizar nuestra zona de nacimiento, nuestra calle ni nuestras familias.

En Francia igual, varias veces lo mismo a lo largo de dos décadas, almerienses trabajando. 

Me encontré con una mujer bajita del Barrio Alto en los alrededores de la estación del tren de Olorón Sainte Marie. 

En Lourdes, en Tarbes y en Luz-Saint Sauveur, hombres almerienses, posiblemente algún barrioaltero, trabajando. 

Recuerdo a una mujer muy guapa del barrio más alta que yo, jefa de estación de tren en Londres cerca Trafalgar, creo que era la Charing Cross, no estoy seguro. 

Llegué a esa estación muy temprano tras un recorrido apasionante que consistía en ver dirigirse a sus trabajos a los ciudadanos ingleses auténticos no inmigrantes. 

La mujer jefa de la estación me preguntó en español si era español y resultó ser de Almería y del barrio. 

Hablamos un ratico que le conté que llevaba casi dos semanas durmiendo todas las noches en la estación de Gatwich donde me duchaba. 

Me negué a ir a un hotel a pesar de que me salía más caro el tren todas las noches para dormir en Gatwich en una butaca de la sala de espera. 

Tras un largo verano de trabajo que gané medio millón de pesetas, me divertía como un poseso viajando en tren por toda la zona sur hasta Surrey.

Un día llegué a la estación de autobuses de Tarragona y en un bar de los alrededores me encontré con un barrioaltero emigrado en los años 50. Me contó que trabajó como peón en la construcción del Metro de Barcelona. 
 
Da la casualidad que un día paseando por la Rambla de Barcelona me senté en un banco junto a un hombre mayor que resultó ser almeriense que también había trabajado en las obras del Metro.

En mi familia también hay emigrantes. Mi tio Nicolás Herrada tuvo que irse a Barcelona siendo un experto mecánico. Allí continuó sus estudios porque ni en Melilla ni en Almería existían oportunidades. Trabajó toda su vida en los talleres de los coches de la policía.

Quien tenga el valor de mirar hacia atrás, verá las huellas de la miseria y la podredumbre fanática de los últimos ochenta años de políticas destructivas. 

El pulso de un barrio, de una ciudad y de un país, se mide por el valor de la pensión mínima. Os lo dice un sociólogo especialista autodidacta.

No cuesta nada entender que la miseria no existe. Sí existen los miserables.




jueves, 19 de octubre de 2023

La crisis del fútbol barrioaltero en el Barrio Alto de Almería

Hace bastante tiempo que no escribo un post barrioaltero sobre el fútbol del Barrio Alto.

Y es que al fin y al cabo el fútbol de élite de una ciudad es firme reflejo de lo que ocurre en su fútbol de aficionados.

He visto un comentario de El Yubri, crítico con lo que le está ocurriendo al Almería. Y como digo, para mí viene a ser un espejo de lo que ocurre a los clubes aficionados.

Un individuo que obtiene el título universitario o carnet de entrenador no significa nada de nada para mí. Y les voy a decir por qué.

Como corredor que he vivido en los Pirineos compitiendo en carreras de montaña, los ganadores hemos subido corriendo por los valles hasta la cima de los collados bajando y subiendo varias veces para alcanzar la cumbre de la carrera con altitudes cercanas a los 3.000 metros, para descender y llegar a la meta en tiempos totales alrededor de los 90 minutos, dependiendo la distancia que había que recorrer.

Personalmente no he podido ganar ninguna carrera, pero sí he quedado segundo varias veces. Y también he quedado entre los mejores diez primeros y entre los mejores quince primeros. 

O sea que llegué a ser Subcampeón de Europa en una trail running de altísimo nivel hace más de veinte años, aunque la carrera ya no exista y la hayan limpiado con un borrón para crear una prueba nueva.

Lo que les estoy contando es una pequeña introducción para que entiendan los niveles de capacidad física y entrenamiento físico. 

Muchos lo negaran porque no les conviene. No quieren que se les vea que con titulitos universitarios y carnet de entrenador de fútbol son unos pardillos, o chatarras como los llamo yo.

Subir una montaña corriendo requiere de una condición física de excelencia muy superior. 

Durante las trail running de montaña que yo subí corrimos por carriles y veredas, y más arriba la montaña estaba pelada por el frío, sin una selva donde protegerse.

Subirla equivale a tener muchísima fuerza para correr a ritmos entre 5 y 8 minutos por kilómetro donde las rampas más fáciles rondan el 8% de media. Y sin acojonarse cuando llegan las paredes más duras y escarpadas entre el 30% y 80% de media, sin hacer el lelo gastando la energía necesaria para el retorno.

Cuando corremos de vuelta, los descensos suelen ser terribles. Lo sabe quienes han hecho senderismo y han hecho cumbre. 

Cuando llegamos a las veredas, quizás podamos aplicar velocidad antes de salir desbocados por carriles rompepiernas con vaivenes sube y baja.  

Es cuando más locos corremos. Vamos sueltos y olemos el final de la  prueba. Miramos constantemente en el pulsómetro los tiempos parciales de paso que estamos registrando viendo en los carteles los kilómetros que faltan para llegar a la meta. 

Así después sabemos los ritmos de velocidad parciales y totales, y también los ritmos cardíacos que hemos soportado corriendo para ser los ganadores. 

Por eso sé que quienes me ganaron fueron más rápidos en los ascensos. Avisados tuvieron la suerte de sacarme suficiente ventana subiendo para que no los pudiese coger bajando.

Y es que en los descensos no me ganaba nadie. Si no me sacaban la suficiente distancia les iba a alcanzar y iban a sufrir verme correr a velocidades medias alrededor de 2:30 minutos por kilómetro. 

Es decir, mi nivel de perfomance física es de 2:30 minutos por kilómetro y sé cómo entrenarme como especialista autodidacta.

Sin embargo, un individuo con título universitario o carnet de entrenador de fútbol ha estudiado mucho en un pupitre. 

No tiene registro ninguno ni ningún nivel que pueda demostrar. Es como un aficionado que se cree futbolista engordando en el sillón de su casa. 

El nivel físico de un entrenador cualquiera es que no tiene nivel. Da igual si entrena clubes de fútbol del Barrio Alto, en el Plus Ultra o en el Almería.

Si los pones a correr cualquier prueba de 5 kilómetros que se hacen en los barrios, sabrás cuál es su nivel.

No te extrañe que muchos se paseen por el fútbol profesional de derrota en derrota pero cobrando dinerales. 

Y yo me pregunto porque no devuelven el dinero de los partidos con derrota ya que se le contrata precisamente para que gane y no para que pierda.

En general los buenos futbolistas tienen niveles alrededor de los 5 minutos por kilómetro. La mayoría se ahoga en cuanto les juega un futbolista a la contra con un tren de carrera de 4 minutos por kilómetro.

Algunos futbolistas se sienten tan orgullosos corriendo a 3:00 minutos por kilómetro dos o tres tiradas que se enfadan enseguida y se desesperan cuando se les replica que los partidos de fútbol durán 100 minutos, lo equivalente a correr medias alrededor de diez kilómetros. 

Un jugador que corre a 3:00 minutos por kilómetro dos o tres tiradas durante un partido, se pasa los siete kilómetros restantes de dicho partido deambulando ahogado por un pírrico descampado de 45 x 90 metros una vez se le acabó la gasolina.

Así de fácil es saber el nivel de un jugador, preparador físico o entrenador de fútbol 

La ley que privilegia los titulitos frente a los autodidactas profesionales la implantó el gobierno rastrero de Felipe  González y beneficia sobretodo a los equipos grandes de la Liga.

Esto provoca que el fútbol se haya inundado de entrenadores patateros. Vulgares aficionados sacándose el carnet de entrenador por enchufe y unas perragordas.

Abajo os dejo una tabla de condición física con capacidades de distancia entre 5 y 10 kilómetros, con la velocidad por kms/hora, el ritmo del futbolista en minutos/kilómetros. 


miércoles, 11 de octubre de 2023

Cuando la modernidad llegó al Barrio Alto de Almería

¿Saben?. Algunas veces busco en internet imágenes del Barrio Alto y siempre salen las mismas fotos. No hay más.

Sin embargo cuando busco postales antiguas de Almería, aunque no lo crean, dentro del lienzo de la postal, entre la gente, me encuentro a mí mismo.

Pero no en todas las postales... Sin exagerar solo en algunas de finales de los años 60 y principios de los años 70 del pasado siglo XX.

Entonces reflexionando de modernidad me acuerdo que desde el bordillo de la entrada de mi casa en calle Martínez al final de la Plaza Hornero vi las primeras luces de la modernidad a punto de entrar en el Barrio o al menos en esta zona. 

Quién no recuerda ir por la Carretera de Ronda con bombillitas miserables en cada esquina en plena noche sin una sola farola por kilómetros?. 

Me acuerdo ir a clases de mecanografía en la Olivetti del centro de Almería y mi padre comprarme la bicicleta blanca Peugeot (la pujeot que yo le decía).

Fue esperarme al salir de clase y comprarme la bicicleta. Mi padre me hizo seguir por detrás su coche por toda la avenida de la estación del tren, llegar a la fuente de la estación de autobuses.

Se fue y me dejó solo remontando la carretera, pedaleando muy impresionado por la luz tan potente que generaba la dinamo de mi nueva bicicleta mientras escalaba la Carretera de Ronda toda para arriba alumbrado solamente por los faros de mi "Pujeot" porque no habían farolas por la vía.

Las luces de la modernidad se veían cuando me sentaba en la puerta de mi casa y miraba hacia Regiones a través de la Plaza Hornero. 

Por entonces tenía viviendas en el frontal que miraban a la plaza y dejaban un callejón de salida a la Carretera de Ronda por el gran almacén de alpacas de paja del Pajero.

Sin embargo por este lado de la plaza había una cuesta que no hacía mucho la habían allanado. Y si antes se veían la parte alta de los edificios de Regiones, cuando quitaron la cuesta se veían al completo incluyendo la carretera.

Y cuando se fueron los de las casas a las 500 Viviendas que construyeron cerca de Ciudad Jardín y del Estadio de la Juventud, las de la plaza Hornero las echaron abajo. Se veía entonces incluso la parada del autobús justo enfrente y los coches de la época rugiendo para arriba y para abajo.

Ya no estaba la cuesta ni tampoco las casas. Teníamos la carretera de Ronda y las farolas que encendieron una noche tras meses de trabajos. Los vecinos se sentaron en la puerta a esperar para ver cómo se veían las farolas cuando la encendieron por primera vez.

Los días siguientes por la noche parecía un lujo ver pasar personas por la noche caminando hacia la Carretera Ronda y verlos cruzar a Regiones bajo la luz intensa de aquellas farolas. 

Me daba la impresión que ya no estábamos protegidos por la cuesta y cualquiera que estuviese sentado en la puerta de su casa en Regiones nos veía y nos vigilaba.

La cuesta cuando la rebajaron, tuvieron mucho cuidado de dejar distancia para no tocar los cimientos de las casas. Por eso cuando pasas se nota mucho ese raro recortado en perpendicular con la hilera de casas que forman la esquina de la plaza Hornero con calle Morales. 

Muchos años después volví por el barrio y encontré ese edificio horrible que impide ver Regiones y que cuando me fui era una obra que llevaba años abandonada. 

La idiotez máxima la tiene el individuo que diseñó ese horrible hotel en el Barrio Alto. Y es que en el barrio se supone que la modernidad nunca llegó y pasó de largo a pesar de que encendieron las nuevas farolas de la Carretera de Ronda y la convirtieron en la gran vía por donde corría la luz. 

El mundo aparte éramos nosotros, que seguimos teniendo en las esquinas de nuestras calles las mismas miserables bombillas del franquismo, reflexión que no interesa a algunos porque para ellos la culpa siempre la tienen los pobres.

La Carretera de Ronda se convirtió en la gran vía de escape y la plaza Hornero siguió siendo el templo de las hogueras de la niñez.



Cuando las cosas no iban bien en las familias del Barrio Alto de Almería

Tengo, como todos, recuerdos frustrantes de la niñez.  Eso que los nuevos entendidos de la psicología aplicada llaman traumas. Todos hemos c...