Joe Murcia, conocedor de las peores fechorías de ambos forajidos, observó hasta qué punto se habían enriquecido en aquella ciudad costera merced al contrabando de armas que entraban por el puerto y al exclusivo proveedor de bebidas alcohólicas de importación.
Almerizon City era su zona y nadie podía saltarse las reglas que imponían, ni siquiera las autoridades, gallitos a quienes dejaban elegir entre un buen fajo de billetes para vivir bien o un balazo en medio de las cejas para vivir mejor sin sufrimientos dentro de una caja a medida de la marca Sepulturero.
Disfrutaban de una legión de residentes que se beneficiaban directamente manteniendo el poder casi absoluto de Pío McDodgy y Joe Belmont.
La banda la completaba una legión de peligrosos pistoleros como Garden Boy, Kin Barrionuevo, John Orts, Trin Bautista y hasta medio centenar entre tahúres, cuatreros y asaltadores de bancos, y gente importante de la ciudad que eran jugadores de reemplazo en su casino cada noche, gastándose más de lo que hayan podido ganar en sus negocios durante las últimas veinticuatro horas.
Loli Chaconne era la única persona en quien Pío McDodgy confiaba aparte de en Joe Belmont. Ella controlaba a las chicas que trabajaban en el salón manteniéndolas alejadas de la ira de Pío McDodgy.
Muchas veces lloró por no poder escapar de aquel demonio cuando perdía el control de algunas chicas rebeldes. Entonces los pistoleros las mataban y las hacían desaparecer enterrándolas en alguna fosa en el desierto.
Dos días después de llegar Joe Murcia a Almerizon City, apareció un pistolero calvo que algunos conocían como Brynner.
En las siguientes horas Almerizon City se había llenado de pistoleros que buscaban una habitación en el salón Barrio Alto.
Nunca se habían visto tantas leyendas juntas en una zona tan cargada de individuos de la peor pesadilla.
Franco Nero era un individuo que tenía una aptitud fría y distante de forma permanente. Parecía cosa seria, una mala bestia que hacía arder la sangre al más pintado.
Joe Belmont los conocía a casi todos y corrió su temor a Pío McDodgy.
Este observó con preocupación el numeroso grupo de pistoleros que llegaban a su negocio pidiendo una habitación. Mandó que sesenta de los cien hombres de su rancho vinieran de inmediato armados hasta los dientes. Tenía la corazonada que algo muy gordo iba a pasar.
No podía creer que pistoleros como Lee Van Cleef, Elli Wallach, Gian María Volonté, Gianni Garko, Tomás Milián, Giuliano Gemma, Anthony Steffen, Klaus Kinski, William Berger, George Hilton, Peter Lee Lawrence, Eduardo Fajardo, Luigi Pistilli y Fernando Sancho entre otros desconocidos, estuviesen en su salón buscando follón.
Para Pío McDodgy todos eran gentuza que pretendían quedarse con su negocio y su fortuna.
Peor le supuso ver que también se llenaba de forajidas. No podía creer que Teresa Gimpera, Chelo Alonso, Laura Antonelli, Jane Ågren, Claudia Cardinale, Olga Karlatos, Annabella Incontrera, Marisa Mell, Elisa Montes entre otras, estuviesen circundando a sus chicas. Las invitaban a sus mesas con una Loli Chaconne que permitía que pisoteasen sus reglas.
Llamó a Joe Belmont a intervenir para que Chaconne recogiera a sus chicas. El individuo se acercó a la mesa donde estaba sentada la mujer con las recién llegadas y la abofeteó dándole la orden de volver todas a sus habitaciones.
Joe Belmont sintió en su cabeza el frío cañón de un colt y el aliento ardiente de una fulana de rostro salvaje que le echaba en el ojo su aliento como si quisiera devorarlo.
En cuanto reconoció a la forajida Raquel Welch el hombre se meó en los pantalones. La pistolera tenía por costumbre freír los cataplines de sus enemigos para desovarlos y dejarlos sin piel.
Pío McDodgy no podía creer lo que estaba sucediendo. Yul Brynner se paseó por el centro del salón y Pío McDodgy enseguida lo reconoció. "No. No. No es posible. No" - gritaba. Y Yul Brynner se reía de Pío McDodgy.
Pío se cagó en los pantalones en un ataque de nervios. Sacó su colt y comenzó a disparar a diestro y siniestro sin saber dónde se había metido Yul Brynner. "Puto ciezo calvo y asqueroso" - gritaba Pío McDodgy - Cójanlo!. No lo dejen escapar!."
Fue cuando las mujeres a las órdenes de Loli Chaconne y Raquel Welch salieron escapando hacia la calle bien lejos del salón.
Los borrachos y los feligreses no querían abandonar la partida ni las botellas de whisky. Se peleaban a muerte por lo que creian suyo.
El salón se había convertido en un verdadero infierno en una batalla de pistoleros sin precedentes que Pío McDodgy intentaba controlar sin conseguirlo.
Caían como moscas los mercenarios del salón Barrio Alto. Joe Belmont estaba desaparecido y Pío McDodgy echaba ascos contra él. El individuo había huido de la ciudad con lo poco que pudo llevarse. Cabalgaba lo suficientemente lejos para que no le alcanzase ningún disparo de los muchos que escuchaba detrás suyo.
Toda vez que creía oír un disparo cerca el meón bajaba la cabeza aterrorizado cabalgando a lo bestia camino de Rioja para ocultarse en un búnker aislado que siempre tuvo preparado en Alhamilla Mountain Range.
El tiroteo en el salón Barrio Alto duró dos días con sus noches y para entonces el edificio era una ruina agujereada por todas partes.
Los pocos pistoleros que sobrevivían dentro ninguno se atrevía a salir y los de fuera por nada del mundo pensaban entrar.
Así vieron desmoronarse el edificio con un ruidoso estruendo. Murieron unos cuantos que no quisieron salir.
Yul Brynner disparó a una columna de madera destrozada y el edificio terminó por desplomarse por completo matando a quienes amenazaban con sus rifles.
En las Alhamilla Mountain Range, el huido Joe Belmont se reía sintiéndose salvado en el cubil que tenía preparado, pero de repente alguien le puso el cañón de un colt en las pelotas y un individuo de nombre Elli Wallach le preguntó: "Me estás imitando, puerco desalmado? - y se rio.
Joe Belmont entró en pánico al ver que Wallach iba acompañado de la forajida Raquel Welch riéndose de gusto.
"Pretendías escapar de mí, pardillo? - Raquel se rio y apretó el gatillo para convertirlo en fraile y creyente.
Elli Wallach y Raquel Welch se reían a carcajadas. Joe Belmont corría hacia ningún lado con los cojones ardiendo y la piel arrancada echando humo. El pobre cayó por una grieta en la montaña a una poza natural de agua y allí se desmayó perdiendo la noción del tiempo. Cuando despertó lo habían sacado y no había nadie. Se habían ido y por lo menos estaba vivo.
Entre las ruinas de lo que fue el salón Barrio Alto salió una figura tambaleante y malherida. Joe Murcia y Yul Brynner hicieron que soltase las armas. Pío McDodgy rajó y amenazó con vengarse y matarlos a todos para volver a erigir su imperio.
No tardó mucho en arrepentirse y retractarse de sus amenazas. Una luz no humana brilló en los ojos de Yul Brynner lo justo para dejar su sello entre sus cejas. Observaba al robot encintar con la velocidad de un rayo el Colt humeante que lo envió camino del otro mundo.